Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar
Suscríbeme Google Podcasts | Más

Hoy te hablo sobre 10 formas que debes evitar usar para que tus hijos hagan caso porque dañan su autoestima, su autoconfianza y la relación en casa.
Si usas alguna de estas formas te recomiendo sustituirlas por las 5 estrategias eficaces y sencillas para que tus hijos hagan caso sin dañar su autoestima.
Vamos a darle un repaso a estas 10 formas que quizás usas para que tus hijos de obedezcan pero no sabes que les daña emocionalmente.
Pero…¿por qué se usan si afectan emocionalmente a nuestros hijos?
Vamos a ser sinceras, a veces, funcionan y por eso las seguimos usando aunque no sean pedagógicas.
¿Quieres saber qué sienten tus hijos cuando les obligas a obedecer?
Sigue leyendo…
Las 10 formas más usadas para que los hijos hagan caso pero que afectan su autoestima, su autoconfianza y la relación en casa
1.Culpar y acusar
Imagina esta situación.
- Tu hijo está otra vez pintando en los muebles con rotuladores permanentes. Tú estás muy enfadada porque le has dicho otras veces que ¡no se pinta en los muebles! Y de lo enojada que estás le dices:
“¿Por qué siempre tienes que hacer lo mismo?, ¿qué es lo que pasa contigo?, ¿cuántas veces tengo que decirte que uses papel, P-A-P-E-L? ¡Tu problema es que no escuchas! ¡Tu problema es que quieres amargarme la vida!”.
¡Uff!… es duro, ¿eh?
Ahora imagina que eres tú, la niña.
¿Cómo te sentirías al escuchar que tu mamá te culpa de amargarle la vida?
Tómate unos minutos…Experimenta ¿qué emociones sientes?
Yo me sentiría muy torpe. Sentiría como que no puedo hacer nada bien y que los muebles son muchísimo más importantes que yo. A la larga aprendería a no moverme. A estar inmóvil. A no tocar nada. A no atreverme a hacer nada para evitar que me culpen de amargar la vida a mi madre.
2. Etiquetar
Imagina la siguiente situación.
- Está haciendo mucho frío. Ya es hora de salir al colegio y ves a tu hijo con una chaqueta ligera. Sabes que pasará frío y hasta puede que se resfríe. Te paras frente a él y le dices:
“La temperatura está bajo cero y tú te has puesto una chaqueta ligera. ¿¡Qué tonto eres hijo mío!?
- O imagina que has salido de paseo con la bicicleta y ves a tu hijo que se para y se baja para arreglar algo. Como tarda, tú te acercas con cara de pocas pulgas y le dices:
“ ¿Qué haces? ¡No toques eso! De verdad, ¡qué estúpido eres! Déjame que ya te arreglo yo la bicicleta. No sabes ni limpiarte los mocos peor vas a saber de mecánica».
- O imagina que otra vez la habitación de tu hijo está hecha un completo desorden. Estás cansada de repetir que la ordene. Te paras en la puerta y le dices:
“¡Tienes que ser un verdadero cerdo para tener tus cosas así. Vives como un animal!”.
Párate a pensar.
¿Cómo te sentirías si tu mamá te etiqueta de estúpida, de cerda o de animal?
Yo me enfadaría muchísimo. Me enfadaría porque me están tratando de tonta, de estúpida, de repugnante, de animal. Escuchar eso me lastimaría. Me dolería porque se supone que la familia te quiere. A la larga utilizaría esos calificativos, esas etiquetas que me pusieron, para justificar cuando algo vaya mal. Si no se me dan bien las mates, me diría a mí misma “Qué quieres, si siempre has sido una tonta, una estúpida”.
3. Amenazar
Imagina las siguientes situaciones.
- Están visitando a un familiar y ves como tu hijo por curiosidad toca una lámpara y le dices:
“¡Solo atrévete a tocar la lámpara una vez más y recibirás una bofetada!”.
-
- Ves a tu hija masticando chicle y le dices:
“¡Si no escupes ese chicle ahora mismo te abriré la boca y te lo sacaré a la fuerza!”.
-
- Ves que tu hijo tarda en vestirse y les dices:
“Cuento hasta tres y si no estás listo me iré sin ti”.
¿Cómo te sentirías si tu mamá te amenaza?
Yo sentiría miedo, mucho miedo. Miedo porque en algún momento vendrá alguien y me obligará a hacer algo. Por miedo, también, aprendería a esconder mis problemas y todo lo que hago. Aprendería a mentir. Aprendería a no confiar en mi madre.
Mi madre usaba esta estrategia. Cuando veía cinco niños allá desordenando todo. Jugando sin hacerle caso, solía decir con voz triste: “Un día de estos voy a tomar un tren y me voy a ir lejos y nunca voy a volver”. Escuchar eso me provocaba pavor, imaginarme que un día mi madre se iría. Cuando veía trenes se me venía la mente la amenaza de mi madre y me recordaba a mí misma que tenía que portarme bien para que no se fuera. Yo no sabía que lo que decía no era verdad. Pero yo en ese momento sufría por regresar a casa y no verla más porque se había ido para no volver.
4. Ordenar
Imagina las siguientes situaciones.
-
- Ves a tu hija acostada en el sofá y le dices:
“¡Quiero que limpies tu habitación en este mismo momento! ¡Ya!”
-
- Entras cargada de bolsas a casa y ves a tu hijo sentado en el sofá y le dices:
“¡Ayúdame a meter estas bolsas ¿no?!”
-
- Llegas a casa y ves que tu hijo no ha tirado la basura y les dices:
“¿Todavía no has sacado la basura? ¡Hazlo ahora mismo! ¿A qué esperas? ¡Muévete!”.
¿Cómo te sentirías si tus padres te dan órdenes como si tú fueras un sumiso soldado y ellos los generales?
Yo sentiría que todo el rato me están ordenando. Haz aquello. Haz lo otro. Que necesito a alguien que esté detrás de mí para recordarme lo que tengo que hacer. Me sentiría mal también porque parece que a nadie le importa mi tiempo, lo que quiero y pensar que no cuentan conmigo me enfadaría.
5. Sermonear
Imagina la siguiente situación.
- Tú estás haciendo una llamada y sin darte cuenta tu hijo te quita el móvil de las manos. Te enfadas y le dices:
“¿Crees que lo que acabas de hacer está bien? ¿¡Eh!? ¿Te parece bien quitarme el móvil así? ¿No te das cuenta que si quieres algo tienes que hablar? ¿Te gustaría a ti que te quiten algo tuyo cuando lo estás usando? Supongo que no, ¿verdad? Pues si no quieres que te hagan lo mismo, empieza tú a ser más educado”.
¿Cómo te sentirías si tu mamá comienza a sermonearte por algo que quizás no sabías que estaba mal?
Yo sentiría cansancio. Aburrimiento porque me explican una y otra cosa y me dan un sermón tan grande y me dicen un montón de cosas que dejaría de escuchar. A la larga, como sé que a mi madre le gusta sermonear, haría a la que la escucho pero en realidad pasaría de ella.
6. Advertir
Imagina las siguientes situaciones.
-
- Tu hijo quiere tocar una vela y le dices:
“¡Cuidado! Cuidado, te vas a quemarte”.
-
- Tu hija va corriendo por la calle y tú le gritas:
“Te van a atropellar. ¡Eh! Que te van a atropellar si sigues corriendo así”.
-
- Ves a tu hija feliz corriendo en el parque. Tú vas detrás y le dices:
“¡Cómo te caigas ya verás! ¡Te vas a enterar!¡Que te vas a caer! ¡Te vas a caer te estoy diciendo!”.
¿Cómo te sentirías si tu mamá te hace ver que el mundo es un lugar peligroso por el que tienes que ir con mucho cuidado?
Yo sentiría que no controlo nada. Que todo el mundo sabe lo que hay que hacer menos yo. Sentiría que los demás tienen que preocuparse por mí y yo no tengo que estar atenta de nada porque mi madre me dice lo que tengo que hacer y lo que no tengo que hacer. De hecho, a la larga, seguramente echaría la culpa a los demás por lo que me pase, los culparía porque yo no controlo nada y los demás sí. Si tengo un accidente, culpa del otro. Culpa de mis padres por no haberme advertido a tiempo. Además sentiría mucha rabia contra los demás porque todos serían culpables de lo que me pasa. Yo sería solo una víctima de las circunstancias.
7. Comentarios de mártir
Imagina la siguiente situación.
- Tus hijos están jugando cuando de repente comienzan a chillarse el uno al otro. Te acercas y les dices:
“¿Quieren dejar de gritar los dos? ¿Qué es lo que tratan de hacer? ¿Enfermarme? ¿Provocarme un ataque cardiaco? ¿Quieren mandarme a la tumba?”.
¿Cómo te sentirías si tu mamá te hace sentir culpable por no tenerle compasión?
Para y piensa… ¿qué sentirías?
Yo sentiría que me están queriendo echar la culpa de algo que yo no quiero hacer, o no hice. Sentiría rabia. Esa rabia me haría sentir culpable porque se supone que tengo que sentir compasión por mi madre. No sentir compasión me haría sentir que soy mala persona. Acabaría convenciéndome de que soy mala persona. Y si le llegara a pasar algo a mi madre no me lo perdonaría nunca. Viviría con esa culpa toda mi vida.
8. Comparar a tu hijo
Imagina la siguientes situaciones.
- Ves que tu hijo no quiere hacer sus deberes. Quiere jugar igual que su hermano que hace tiempo ya acabó sus deberes. Tú, cansada de vigilar que haga sus deberes le dices:
“¿Por qué no eres como tu hermano? Él llega y lo primero que hace son sus deberes.
- Ves a tu hija comiendo en la mesa derramando la comida porque está comiendo con las manos. A ti te da rabia la falta de modales y le dices:
“¿Por qué no eres como tu prima? Nunca la verás comiendo como si fuera un animal. Ella nunca come con las manos”.
¿Cómo te sentirías si parece que no haces nada bien?
Yo sentiría que todos son mejores. Yo soy terca. Torpe. Tonta. Lenta. Sentiría que por eso no me quieren. Sentiría que soy una carga. Sentiría que soy alguien que no debería haber nacido.
9. Sarcasmo
Imagina la siguiente situación.
- Mañana tiene examen tu hijo y te das cuenta que se dejó el libro en la escuela. Te enfadas porque no podrá estudiar y le dices:
“Sabes que mañana tienes un examen y te dejas el libro en la escuela. ¡Qué listo eres!”.
¿Cómo te sentirías si tu mamá te habla con sarcasmo?
Yo sentiría que se está burlando de mí. Y eso me enfadaría porque yo ya me siento mal por haberme olvidado el libro y que venga mi madre a rematar me enfurecería.
10. Profecías
Imagina las siguientes situaciones.
-
- Tu hijo adolescente te escondió que le iba mal en el colegio. Acabas de enterarte que suspendió. Estás decepcionada y enfadada y le dices:
“Me mentiste acerca de tus notas. ¿Sabes qué pasará cuando seas adulto? Nadie confiará en ti. ¿Sabes por qué? Porque serás un mentiroso, como ahora ”.
-
- Ves a tu hija adolescente quejándose de lo mal que le va. No tiene amigos. No le va bien en el cole. Se ha peleado con su novio y etcétera, etcétera. Tú estás cansada de oír sus quejas y le dices:
“Todo lo que haces es quejarte. Nunca has tratado de ayudarte a ti misma. Puedo verte dentro de 10 años con los mismos problemas y ¿sabes qué? todavía estarás quejándote como una niña”.
¿Cómo te sentirías si tu mamá te predice tu futuro?
Yo sentiría que todo está escrito. Que ya no hay nada que hacer. ¿Para qué voy a esforzarme? ¿ Para qué voy a intentar cambiar? ¿Para qué voy a intentar pensar de una manera diferente? ¿Para qué voy a comportarme diferente si está escrito adónde voy a ir a parar? ¿Para qué hacer algo si mi madre sabe cómo acabaré mis días?
¿Qué tal?
Es duro darse cuenta que tratamos mal a nuestros hijos por desconocimiento.
¿Has identificado si usas alguna de estas formas para que tus hijos te hagan caso?
¿Has podido experimentar cómo se sienten, qué emociones experimentan tus hijos cuando son obligados a obedecer?
Si es así, lo mejor que puedes hacer es dejar de usarlas porque afectan emocionalmente a tus hijos.
Ese sencillo cambio te ayudará a construir una relación más sana con tus hijos. Y ellos, tus hijos, confiarán en ti y en sí mismos.
Una habilidad que te ayudará a ponerte en el sitio de tus hijos para entenderlos mejor, comprender qué sienten es la empatía.
Te dejo el enlace donde puedes aprender qué es la empatía y cómo usarla para entender mejor a tus hijos y cómo te puede ayudar a construir una relación más sana en casa.
Pues hasta aquí el post de hoy.
Ahora deja tu comentario y nos cuentes si has aprendido algo nuevo hoy y cómo crees que te ayudará a mejorar la relación con tus hijos.
Deja una respuesta