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Inteligencia Emocional en Casa

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10 Estrategias para poner límites sanos a partir de los 2 años

escrito por Ruth Zarco 6 Comments

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10 ESTRATEGIAS PARA PONER LIMITES SANOS

Poner límites a tu hijo es muy importante para que regule su conducta, para que desarrolle su capacidad de tolerancia a la frustración. Algunas mamás podrían entender lo de poner límites decirle que NO a todo a su hijo. Ignorarlo. Ponerle en su sitio de vez en cuando, incluso con una bofetada. Pero no, eso no es poner límites. Entonces ¿cómo se pone límites sanos sin gritar, ignorar, castigar o amenazar?

Hoy comparto contigo 10 estrategias para poner límites sanos a tu hijo pequeño sin dañarle su autoestima.

Antes de pasar a explicarte las estrategias para poner límites sanos me gustaría que tengas en cuenta 3 aspectos básicos para que las estrategias funcionen.

Necesitarás paciencia

Recuerda que las conductas que tiene tu hijo son consecuencia de lo que piensa y lo que siente. En tu caso igual. Tu conducta es resultado de lo que piensas y si sientes que se te acaba la paciencia es porque tu pensamiento esta reforzando que te pongas de los nervios.

Cuándo se te acaba la paciencia seguramente lo que estás pensando es que no vas a lograr nada hablándole bien a tu hijo porque es un cabezón. Que no vas a lograr nada porque ya lo has intentado todo y no hay manera de que te haga caso por las buenas, etcétera, etcétera.

Si piensas que con tu hijo no se puede ir de buenas es más fácil que pierdas la paciencia porque has tirado la toalla.

Así que te recomiendo, para tener más paciencia, te recuerdes a ti misma ser más empática con tu hijo  y preguntarte yo ¿cómo me sentiría si le pido a mamá que me compre un juguete y me chilla que NO?

Ponerte en su lugar hará que puedas entender mejor a tu hijo y tener más paciencia.

Ten en cuenta las situaciones frustrantes a las que se enfrenta tu hijo

Los niños normalmente se portan mal cuando sufren crisis. Cuando tienen conflictos. Cuando padecen estrés y se frustran.

Poner límites sanos también es prever estas situaciones en las que un niño puede desestabilizarse emocionalmente.

Ten en cuenta entonces el escenario en donde está inmerso el niño.

Observa si su conducta es el reflejo de un caos interior porque ha sufrido una pérdida como la muerte de un familiar o la separación de su familia. Por qué va a cambiar de escuela. Porque se ha dado cuenta de que le cuesta aprender. Porque es víctima de bullying. Por qué ha nacido su hermanito o hermanita y su mamá le dedica menos tiempo. Porque a medida de que ha ido creciendo se le ha ido dando más responsabilidades y siente que no puede con todo…

Ten cuenta estas situaciones frustrantes ya que pueden ser el origen de su mala conducta y no solo poner límites porque si sin preguntarle si está bien, si puedes ayudarle, animarle a que comparta contigo lo que le pasa. Lo que más aprecia un niño es que dediques tiempo a escucharle.

Ten en cuenta de que estás tratando con un niño

El hecho de que le pongas límites sanos una vez, no significa que no intentará salirse con la suya la próxima vez.

Los niños van probando y de hecho es sano que vayan probando. Van aprendiendo a utilizar diferentes estrategias para conseguir lo que quieren.

Así que pon límites amorosamente las veces que haga falta y sé consecuente.

Es importante también que tu pareja y tú vayan a la una. Si uno pone límites y el otro no, o uno pone límites sanos y el otro límites que dañan la autoestima de tu hijo y le grita, amenaza, castiga o chantajea, lo que estarán haciendo ambos es confundir a tu hijo.

El no tener claro qué tiene que hacer pone muy nervioso a un niño.

Imagínate que tienes dos jefes en tu trabajo y que uno te deja hacer lo que quieras como mirar el móvil constantemente en lugar de trabajar. Y el otro te recuerda que esta prohibido tener el móvil en horas de trabajo. Seguro que pensarás que uno es un plasta y el otro buena persona. Y si además no supieras cuándo viene uno y cuándo viene el otro seguro estarías mirando el móvil con el riesgo de que te pille uno de los dos jefes. Esa incertidumbre te crearía una estado de ansiedad y de peligro constante. Pues así se siente tu hijo cuando no sabe qué se puede hacer y qué no.  Realmente se siente confundido cuando un día le ponen límites con amor y otro con poca paciencia lo sientan de un tirón en un rincón para que deje de molestar.

Así pues necesitarás paciencia, prever situaciones frustrantes o de crisis y que tu pareja y tú vayan a la una.

Ahora paso a explicarte las:

10 Estrategias para poner límites sanos

Demás está decirte que no sirve de nada castigar, gritar, ser sarcástica, ignorar, hablar mal a tu hijo, llamar a su padre o a otra persona para que le dé un escarmiento, tratarlo como un caso perdido para que tu hijo te haga caso.

Por eso comparto contigo las estrategias que yo he ido usando durante estos años que ejercí como madre y tía; y los años en los que he trabajado con niños pequeños.

Estas estrategias pueden darte ideas de cómo poner límites sanos sin dañar su autoestima y ayudándole a regular su conducta.

1. Ayúdale a ver la consecuencia de su conducta

A veces los niños repiten conductas que son molestas para los demás, como por ejemplo tirar sus juguetes y aunque tú le digas que no debe tirarlos porque se rompen, qué le vas a dar una pelota si quiere para que la tire pero los juguetes no se tiran parece que no tiene intención de parar.

Te explico el caso de un niño que no paraba de tirar los juguetes. Los tiraba a la pared, los tiraba de un lado a otro y pese a que yo le había dicho que los juguetes no eran para tirar y eran para jugar y que las pelotas sí se podían tirar y que jugaríamos con pelotas cuando bajásemos al patio, él continuaba con lo suyo.

Como no hacía caso lo llamé y le dije ¿sabes cuál es el problema, verdad? Él me miró y asintió con la cabeza.  ¿Cuál es el problema?, le volví a preguntar. Que estoy tirando los juguetes y no se tiene que hacer, me dijo.

¿Y qué idea tienes para solucionar este problema?

¿Dejarlo de hacer? me afirmó en un tono de pregunta para verificar si yo estaba de acuerdo.

Como ya antes le había pedido que deje de tirar los juguetes y no me hizo caso le dije, “¿Y si los vuelves a tirar qué hacemos?”. Lo dejo de hacer me dijo muy convencido y estirando al máximo los límites porque ya era la tercera vez que le pedía que dejara de tirar los juguetes.

Ya te recordé varias veces que no lo hagas, ¿recuerdas?  Así que no te lo volveré a recordar. Vamos a pensar entonces en algo para que no vuelva a pasar ¿qué te parece?

Pensemos en qué pasará si continúas tirando los juguetes. Luego de estar un ratito pensando me dijo, “dejaré de jugar con los juguetes”.  

A mí me parece bien tu idea de solución. Puedes seguir jugando le dije. Cuando volvió a jugar lo hacía con el cuidado de no tirar los juguetes porque había acordado conmigo de que sí volvía a pasar yo guardaba los juguetes.

2. Las dos opciones

Otra estrategia que puedes utilizar es la de darle a elegir entre dos opciones.

Te explico el caso de una mamá que estaba en la cola del supermercado donde suele haber un montón de caramelos, chicles y chocolates.

Esta mamá estaba aguantando con paciencia a su niña de unos 4 años que no paraba de insistirle en que le comprase chocolates y chicles.

La nena insistía e insistía hasta que la mamá se arrodilló y le dijo “te voy a comprar una cosa,una cosa o nada, ¿qué prefieres?

La niña dijo “es que quiero chocolate y también chicle”.

La mamá con toda la calma le volvió a repetir “tienes dos opciones, te compro una cosa o nada”.

La niña se lo pensó un momento y la mamá con calma le volvió a recordar “te vuelvo a repetir, te compro el chicle o no te compro nada,¿ que eliges ? La niña dijo, el chicle.

Puede que no funcione y te diga nada, entonces en ese caso no le insistas en comprarle algo. No le insistas en comprarle si su decisión ha sido que no quiere una sino todas.

3. Dile cómo te sientes y dile lo que quieres que haga en lugar de sermonearle

Otra manera de poner límites sanos es haciéndole saber a tu hijo cómo te sientes cuando está haciendo algo y pedirle expresamente lo que quieres que haga.

En la escuela como adulto que pone límites a los comportamientos de los niños estoy expuesta a una mala contestación, una mala mirada, a que me saquen la lengua, a qué me imiten para burlarse, a que no me hagan caso y cuando hacen algo que yo considere que es una falta de respeto, entonces les llamo y sin echarles la bronca, ni sermonearles porque no sirve de nada, les expreso cómo me siento y les pido lo que quiero que hagan.

Una vez un niño me miró y me dijo fea. Yo podría haberle dicho que era un niño maleducado y por mal educado se quedaría sentado pensando en lo que había dicho.

Yo sabía que tenía que ponerle límites a la manera en cómo se dirigía hacia mí.

Alguna vez he visto a niños que gritan a sus madres “mala, eres una bruja, eres fea, no te quiero”. Una mamá no puede ignorar esos calificativos. Tampoco puede amenazar con pegarles si no callan. Yo no lo aconsejó,

Yo te aconsejo poner límites para que le digas a tu hijo cómo te sientes y decirle qué quieres que haga.

Cuando ese niño me llamó fea, le hice la señal de que se acercara. Él sabía que había dicho algo que no es adecuado y tenía un poquito de miedo así que le dije “no te voy a castigar, no te voy a reñir, solamente quiero que sepas cómo me siento”. Le mire a los ojos y le dije “cuando tú me llamas fea yo me siento mal, por favor, no lo vuelvas a hacer”.

Nunca más lo volvió a hacer. He comprobado que normalmente no vuelven a repetir la conducta que reconduzco explicándoles cómo me siento y pidiéndoles lo que quiero que hagan.

Ponerles límites a ellos también es enseñarles a que ellos pongan límites a otros en la escuela.

Para mí es muy importante que un niño ponga límites también a conductas que le molestan.

El otro día, por ejemplo, había un niño que no paraba de hacerle cosquillas a una niña y la niña estaba cansada.  Al principio, ambos estaban jugando pero el niño de la manera en como hacía cosquillas seguramente estaba lastimando a la niña. La nena se acercó a mí y me dijo, “Ruth, Carlos me está molestando”.

Como te explique en otros episodios mi manera favorita de solucionar los problemas es hablando. Los hice sentar.  A cada uno le pregunté su versión. Y llegaron a la conclusión de que Carlos estaba molestando a la nena aunque ella le había dicho muchas veces que pare de molestar. Les invite a pensar en una solución con la cual la nena estuviese contenta y el nene también, ambos de 5 años.

Mientras pensaban se acercó otra nena y dijo “ yo creo que lo que tiene que hacer Carlos es que si María dice que no, es no. Y  si María le dice que pare, que pare de hacerle cosquillas, Carlos tiene que parar. Que si María se enfada, Carlos tiene que pedir perdón y luego darle un abrazo y un beso”.

Carlos estaba sorprendido por cómo le estaban poniendo límites las niñas y le estaban diciendo sin gritarle, sin ofenderle pero sin bajar la mirada lo que a ellas les molestaba y estaban pidiendo como querían que él dejase de molestar cuando a ellas ya no les parecía divertido la manera en como estaban jugando.

Al poner límites enseñamos también a nuestros hijos a que pongan límites a otras personas.

4. Enséñale el autocontrol de su conducta

Uno de los problemas de los niños a los que les cuesta planificar, es decir, pensar antes de actuar, es controlarlos o poner límites a su conducta porque aunque les estés hablando, poniendo límites sanos, parece que no escuchan.

Me refiero a ese tipo de niño  que aunque sabe que no tiene que ir corriendo por la calle, puede pasar por un cruce sin fijarse y sufrir un accidente.

Para este tipo de niños ponerles límites es ayudarles a estructurar su lenguaje interior. Ayudarles a hablarse así mismos cuando están haciendo algo para que ellos mismos se pongan límites.

Te explico con un ejemplo.

Yo  tengo una sobrina a la que le resulta difícil escuchar. Cuando se da cuenta ya he hecho eso que no debía hacer y pone cara de sorprendida. Esa conducta en la escuela se le llama impulsividad.

Un día fuimos a pasear a la montaña y cuando llegamos a una bajada donde yo ya la veía a ella bajar corriendo como si fuese una cabretilla y me veía a mí misma yendo detrás de ella intentando decirle que tenga cuidado, que vaya con calma, avisándole que se iba a caer tomé previsiones porque casi estaba segura que no me escucharía.

Antes de bajar, me arrodillé para estar a su altura y mirarle a los ojos (para hablar tienes que ponerte a la altura de tu hijo) y le dije “vamos a pensar cómo vamos a bajar por aquí. A ver qué tenemos que hacer para bajar sin caer y en qué tenemos que pensar para bajar por estas rocas de aquí”. Ella miró la bajada y me dijo “bajar poco a poco”.  Cuando estés bajando, le dije, ¿qué te dirás a ti misma? Baja poco a poco, me dijo. Me parece genial, ¿necesitas pensar en algo más? le pregunté. “Un palo, me dijo. Necesito un palo para no caerme”.

Buscamos un palo para que le sirviera de bastón y bajamos. Yo la observaba como bajaba ella más rápida que yo pero no quedaba otra que confiar en su autocontrol pero me quedé tranquila al oírla susurrarse a sí misma “ poco a poco, poco a poco”.

No tuve la necesidad de estar dirigiéndole yo “desde fuera” lo que tenía que hacer, porque ella ya tenía su discurso interno. Ella ya se estaba autocontrolando qué es lo que normalmente todos hacemos pero a ciertos niños cuando son pequeños les cuesta y hay que ayudarlos.

Un  niño con una conducta impulsiva a la hora de hacer las cosas necesita que tú le ayudes a estructurar su lenguaje interior para que le sirva como guía. Ese lenguaje interior a su vez le ayuda a desarrollar la habilidad de planificación y ejecución tan imprescindibles para pensar antes de actuar.

5. No le digas que NO, si puedes decirle DESPUÉS

Uno de los grandes problemas de esta sociedad de la inmediatez es que los niños quieren las cosas ¡ya!, para ahora y les cuesta esperar.

Cuando a un niño le decimos que No, que ahora no se puede, qué otro día, que más tarde, puede que no sea muy bien recibido y comience el descontrol.

Te lo explico con un ejemplo.

Un día fuimos a pasear con la familia a un pueblo de montaña que en invierno suele estar nevado.

Fuimos en un bus o autocar y decidimos merendar durante el largo trayecto para que al llegar bajásemos directo a pasear por la nieve.

Cada uno de nosotros fue sacando su bocadillo y vi a mi sobrina de 6 años que estaba sentada en el asiento de adelante enseñarme su bolsa de patatas fritas con una mirada de me voy a comer todo esto de merienda.

“Mami ¿puedo comer las patatas para merendar? le preguntó a su mamá”.

Su mami que estaba sentada en otro asiento le dijo “NO, come tu bocadillo. Las patatas son para después”. “Pero mamá…» le dijo casi entre sollozos. «He dicho que NO», insistió su mamá. «Primero come tu bocadillo».

Yo ya veía venir el problema así que le dije a mi sobrina “No has escuchado bien a tu mamá, cariño. No te ha dicho que no. Te ha dicho que vas a comer las patatas después de comerte el bocadillo”.

Mi sobrina me devolvió una mirada así como “no estoy entendiendo bien lo que me estás diciendo pero te sigo escuchando”.  Le volví a repetir y le dije “Tu mami te está diciendo que primero te comas las patatas y después puedes comer las patatas fritas.  No te está diciendo que no”. Me miró, cambio de semblante, sonrió y sacó su bocadillo. A medida que iba comiendo su bocadillo con una mano tenía la otra puesta encima de la bolsa de patatas.  Se dio la vuelta y como para asegurarse de que había entendido bien me miró y me dijo “primero el bocadillo y después las patatas, ¿a que sí tía?”.

Yo uso muchísimo esta frase donde les hago ver a los niños que primero hagan una cosa y luego harán la otra que quieren.

Lo que hago es estructurar la frase de manera que el niño perciba que después de hacer una cosa podrá hacer la otra que quiere y es por eso que insisto en decirle “No te estoy diciendo que no, o tu mamá no está diciendo que no, te está diciendo que puedes comer el helado después de la sopa”.

En la escuela pasa a menudo que les cuesta aprender a recoger los juguetes para comenzar a jugar con otra cosa. Así que refuerzo la idea al niño de que podrá jugar a lo que quiera después de recoger. Le digo “No te estoy diciendo que No, te estoy diciendo que primero recojas los juguetes y después podrás jugar a la pelota.

6. La libreta de los deseos

A veces es tan difícil que tu hijo acepte un No aunque se lo digas de una manera cálida, de una manera tranquila, dándole a elegir entre dos cosas… porque está empecinado en conseguir ese juguete que ha visto y que le hace muchísima ilusión tenerlo.

Un día vino a visitarme un sobrino a casa y cuando entró por la puerta ví que estaba muy enfadado.

Le pregunté qué había pasado y su madre me dijo que vió un juguete y quería que se lo comprase. Ella le dijo que no y él se enfadó.

Yo le miré y le dije “¿Osea que el problema es que quieres el juguete y la mami no te lo quiere comprar, es así?”. Él no quería hablar conmigo porque seguramente estaba tan enfadado que no quería saber nada de reflexionar, ni nada de nada.

Tengo una idea, le dije, a ver qué te parece.

Aquí tengo una libreta,  una libreta pequeñita. Es la libreta de los deseos en el que puedes apuntar las cosas que quieres comprar, los juguetes que te gustaría tener y cuándo tu mami te diga que puede comprar uno, tú puedes mirar tu lista de deseos.

Alzó la mirada y  me dijo “vale”. Le di un lápiz y escribió él mismo “pistola de agua”. Le di también unas pegatinas para que adornará su lista. Cuando acabó le dije “cuando la mami pueda comprarte este juguete ya sabes que está en tu lista de deseos”. El me miró y sonrió.

Cuando se fue me dijo que quería que la libreta se quedase en casa.

Otro día cuando vino a visitarnos me pidió que le enseñará la libreta donde había apuntado su deseo. Se la di y vi cómo pasaba el dedo por encima de las letras que había escrito, como  para asegurarse de que lo que estaba escrito estaba todavía ahí, a esperas de hacerse realidad.

7. El rincón de los abrazos y el rincón de hablar

Escuché un seminario sobre resolución de conflictos esta estrategia que aunque no lo he puesto en práctica aún, lo comparto contigo porque te puede servir.

Puede ser útil con un niño al que le dices con calma lo que no puede hacer y se enfada tanto que está a punto de liarla parda.

Se trata de que señales dos puntos en la casa donde tu hijo vaya a sentarse y esperar para que le abraces o para hablar.

La idea es que como le es difícil hablar por lo enfadado que está, pueda pedir ayuda yendo al rincón que necesita.

Si necesita comprensión, cariño y abrazos puede ir al rincón de los abrazos. Si necesita exponer, soltar lo que lleva dentro puede ir al rincón de hablar.

Antes de usarlo explícale cómo funciona. Dile que tiene derecho a estar enfadado y que tú sabrás que quiere hablar o que quiere abrazos y mimos yendo a un rincón u otro.

Como te dije yo no lo he puesto en práctica pero me pareció muy poderosa la idea de las dos sillas o rincones, sobre todo para dejar de utilizar la famosa silla de pensar dónde se supone que si le mandas al niño solo al sentarse acabará reflexionando sobre su comportamiento.

Normalmente, te darás cuenta que si mandas a tu hijo a la silla de pensar dejará de realizar la conducta durante unos minutos y luego volverá otra vez a lo mismo porque desde mi punto de vista nadie le ha ayudado a  gestionar sus sentimientos, a cambiar sus pensamientos, no ha podido compartir lo que siente.

8.   Mantener su mente ocupada

Cuando un niño no tiene un objetivo en mente o algo que hacer enseguida se lo busca.

A los niños que les cuesta la espera, a los que les cuesta centrar su atención, normalmente, se mueven constantemente o van corriendo de un lado a otro.  

En este caso te recomiendo que ayudes a tu hijo a mantener su mente ocupada, que le des algo en qué pensar y que tenga relación con lo que tú estás haciendo.

Por ejemplo, si sabes que es muy difícil salir con tu hijo a comprar al supermercado ya que siempre te pide que le compres algo, tú no tienes que dárselo aunque puedas porque tu hijo tiene que saber esperar.  Tiene que saber que no todo lo que pide se le puede dar. No es adecuado para él. Tiene que saber superar las situaciones frustrantes.

En este caso lo que yo te recomiendo es que lo nombres tu ayudante.

El verano pasado fui al supermercado con 4 niños, mis sobrinas de 3, 5, 6 y mi sobrino de 7.

Sabía que alguno de ellos podía buscarse un objetivo diferente al de ir a comprar ingredientes para hacer la comida.

Así que les dije que íbamos a ir al supermercado y para que cada uno tenga un objetivo en mente hicimos la lista de la compra juntos antes de ir al supermercado.

Primero nos sentamos alrededor de la mesa de centro del salón y decidimos qué íbamos a cocinar ese día. Como sabrás les di dos opciones: espaguetis o crema de verduras.Los niños eligieron espaguetis.

Luego empezamos a pensar qué ingredientes necesitábamos para los espaguetis y cada uno iba diciendo lo que hacía falta: tomates, cebolla y bueno con un poco de ayuda llegamos a confeccionar la lista.

Luego pensamos en comprar un poco de fruta y helados.

Cuando acabamos, le asigné a cada uno su  misión.

Les dije, “ tú te vas a hacer cargo de buscar la cebolla,  tú de buscar la fruta, tú de buscar el tomate, tú de buscar… de manera que cada uno tuviese un objetivo en mente.

Cuando llegamos al supermercado les dije que iríamos todos juntos y que cuando uno viese el ingrediente que buscaba que nos lo dijese para parar y poder cogerlo.

Tenías que ver a los niños, no tenían más ojos que para buscar el ingrediente encargado. “Tía, tía, me dijo mi sobrina de 6 años, ya encontré los espaguetis ¿cuántos cojo? Y así uno a uno fue encontrando los ingredientes.

Al final, ninguno de ellos me pidió que comprara ni un dulce ni un chicle ni nada porque acordamos antes de salir que  para postre tomaríamos helado y que no compraría nada que no estuviera en la lista.

Cuando llegamos a casa comprobamos la lista. Si cada uno había traído lo que lo que se le había asignado y cada uno iba confirmando que su misión estaba cumplida.

Ese día estaban todos súper contentos en el supermercado. Se portaron súper bien. Ninguno de ellos corrió de un lado a otro. Ninguno de ellos mostró cara de aburrido. Ninguno de ellos buscó un caramelo, chocolate o lo que sea para que se lo comprara. Ninguno, porque tenían algo mente, tenían una misión y estaban más ocupados en cumplir su misión que buscarse su propio objetivo.

Por la calle también fuimos todos caminando muy contentos, cada uno con su bolsita de tela. Cuando llegamos a casa también les pedí que colaborarán, cada uno en lo que podía. Luego lavamos los platos y nos sentamos a jugar a un juego de mesa.

A veces puede ser muy difícil controlar a un niño y  controlar dos, tres o cuatro puede ser extenuante. Para estos casos, dales algo para que su mente esté ocupada.

El otro día leí en Facebook como una mamá pedía recomendaciones porque su hija que iba en la silla reglamentaria del coche tenía la manía de desabrocharse el cinturón con lo que quedaba desprotegida mientras su mamá conducía.

A su mamá le preocupaba muchísimo y contó que aunque le dijo a su hija de 5 años que por favor que no lo haga, que le puede pasar algo malo si el coche para de golpe y ella no tiene puesto el cinturón,  que puede golpearse la cabeza… no había manera de que entienda.

A lo mejor en este tipo de niños a los que les cuesta ver las consecuencias es mejor darles un objetivo en mente, como por ejemplo que cuando va en el coche busque coches rojos mirando por la ventanilla y los vaya contando,  que busque a ver si ve animales…

Aunque tú creas que no va a funcionar y van a decir que no, les encanta porque es una manera de interactuar con su mamá. Así está mamá podría conducir y su hija en lugar de estar centrada en quitarse el cinturón estaría centrada en cumplir su misión.

9. Pensar en ganar-ganar

Algunas veces es difícil hacerles entender a nuestros hijos qué cosas que están haciendo son molestas para otras personas y que por favor dejen de hacerlas.

Ese fue el caso de una niña que tenía 6 años y que cada mañana, cuando su papá le hacía despertar lo que hacía ella era saltar desde la litera haciendo un ruido que molestaba al vecino de abajo que ya se había quejado de que no le dejaban dormir.

Aunque su papá le pidió a su nena que por favor bajara por las escaleras, que no salte porque que el vecino de abajo esta muy molesto y amenazó con quejarse a las autoridades, ella no parecía entender o parecía no querer entender que lo que hacía ella molestaba al vecino.

Cuando fui a visitarla recuerdo que le dije “vamos a pensar en una solución donde tú estés contenta, tu papi esté contento y el vecino de abajo también, ¿qué puedes hacer para bajar de la litera de manera que no haga ruido?

Ella al principio se calló me dijo que no sabía cómo. Yo le invité a seguir pensando y le dije “continúa pensando, seguramente, encontraremos una solución”.

Era la primera vez que alguien hablaba de esta manera con esta nena, así que ella necesitaba tiempo para pensar porque no sabía si fiarse de lo que estaba pasando.

Pasó un buen rato que parecía larguísimo hasta que dijo “tengo una idea, podemos atar una sábana y yo podría bajar por las sábanas en lugar de por las escaleras y así no haría ruido”. Su padre dijo que no, que ni hablar, que se podía caer.  Entonces yo le dije al papá que quizás podríamos encontrar alguna solución para no desechar la idea de la sábana y bajar con seguridad. Si el problema es evitar que te caigas, le dije, a lo mejor encontramos una solución para eso también. Después de un rato pensando la nena dijo “ya lo tengo, podemos hacerle nudos a las sábana para que no resbalen mis manos”.

Le pregunté a su papá si le parecía bien y dijo que sí, le pregunté a ella si le parecía bien y me dijo que sí con una amplia sonrisa y acordaron que bajaría de su litera como Tarzán en su reino de lianas 😉

Al final le agradecí por su esfuerzo de buscar una solución donde todos estaban contentos, ella me sonrió.

Cada vez que invito a los niños a que ellos propongan la solución me doy cuenta de que es muchísimo más poderoso y muchísimo más satisfactorio para ambas partes tanto para nosotros los adultos como para ellos usar esta estrategia del ganar-ganar. Los niños aprenden a autocontrolar su conducta, a ser creativos, a evaluar una situación problemática…¿Se puede pedir más?

10. Sé un buen ejemplo

Otra forma de poner límites es dándole el ejemplo adecuado. “Los niños aprenden por imitación y están influidos por todas las personas que lo rodean. Si tu hijo ve que haces cosas que tú le prohibes que haga  es muy difícil que deje de hacerlas porque a ti te ve que puede hacerlas y querrá hacerlas igual que tú. Todo lo que tú quieres que tu hijo sea, debes serlo tú primero. Si hay algo que no te gusta de tu hijo mírate a ti primero, puede que ahí esté el origen de la conducta que no te gusta. Si hay algo que ves en él que quieres corregir, corrígelo en ti misma primero. Te sorprenderás que lo que dejas de hacer, tu hijo dejará de hacer también de forma inmediata, como por ejemplo, perder los nervios y acabar gritando al más mínimo problema.

Conclusión

Poner límites no es dominar a tu hijo con la mirada.

Poner límites no es decirle NO a todo.

Poner límites no es hablarle mal para que se porte bien.

Ponerles límite no es castigarle con tu indiferencia.

Poner límites no es educarle como oveja obediente y que te diga sí a todo. De hecho es muy peligroso ya que le hace vulnerable a cualquier tipo de autoridad que quiera manipularlo, incluso otro niño. Un niño obediente por sumisión aprende a resignarse a lo que le digan los demás porque aprende que lo más correcto es callar y aguantar. Yo prefiero educar a mis hijas rebeldes. Que me reclamen cuando algo es injusto. Que me hablen cuando hay algo que les molesta. Que cuando vayan solas por ahí se rebelen ante quienes quieran manipularlas. Si te interesa que hable sobre por qué no debemos educar a nuestros hijos obedientes a través de la sumisión ciega a los adultos, dímelo.

Como te decía poner límites no es imponerte con tu presencia, con tu ceño fruncido, con tu mirada enfadada, con tu chillido ensordecedor, con tu indiferencia.

Así el niño no aprende nada.

Bueno sí, aprende que a veces cuando quieres que te hagan caso debes gritar, chillar, tratar mal, mirar mal, faltar el respeto, castigar, cobrar venganza, ignorar.

Poner límites sanos es ayudarle a esperar.

Poner límites sanos es enseñarle a reconducir su conducta. Es decir, ayudarle a pensar, ayudarle a ver las consecuencias de su conducta, ayudarle a elegir entre dos opciones pensadas antes por ti y, a veces, a aceptar un NO rotundo pero cálido cuando tienes que decir que no.

Poner límites sanos es enseñarle a explicar lo que le pasa para buscar una solución.

Poner límites sanos es enseñarle a pensar en una solución donde todos ganan.

Poner límites sanos es ayudarle a reconducir esas emociones desbordadas que hacen que tu hijo patalee, llore, tire cosas… acogiendo con empatía su momento de crisis, usando la libreta de los deseos, invitándole a que pinte sus emociones para que las pueda gestionar, dándole libertad para que pueda ir al rincón de los abrazos o al rincón de hablar, según su necesidad.

Ponerle límites sanos es ayudarle a centrar su mente en objetivos sanos y constructivos.

Ponerle límites sanos es darle seguridad a través de las rutinas de cada día y que tu hijo sepa cada día qué esperas de él.

Por último, ponerle límites sanos a tu hijo es darle un buen ejemplo.

Sé el cambio que quieres ver en tu hijo.

Sé que es mucha información así que empieza usando una estrategia y luego otra y otra. Yo te recomiendo empezar usando de la de ganar-ganar.

¡Que tengas una linda semana!

Acuérdate que si quieres que hable sobre porqué no debemos educar hijos obedientes a través de la sumisión a los adultos para evitar que sean víctimas de maltrato y abuso, coméntalo aquí abajo.

Ruth Zarco

Soy madre de dos preciosas adolescentes. Al igual que tú quiero educar desde el amor y el respeto. Mi sueño es que mis hijas puedan ser la mejor versión de sí mismas. Que desarrollen al máximo su potencial. Que sean personas emocionalmente inteligentes y felices.
Acompáñame si deseas potenciar las capacidades de los tuyos.

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Comentarios de esta entrada

  1. Emilia, Nogales dice

    3 junio, 2019 at 23:19

    Muy buenas las pautas Ruth, personalmente a mi me ha encantado, felicidades ☺️👏👏

    Responder
    • Ruth Zarco dice

      4 junio, 2019 at 05:28

      Hola Emilia, me alegro que lo encuentres útil. La idea es que tengamos estrategias para esos momentos críticos en los que nuestros pequeñ@s necesitan acompañamiento para poder gestionar sus emociones. A ver si te animas a compartir tu experiencia si pones en práctica alguna estrategia de las que hablo en el podcast o una tuya y te funciona.
      Un abrazo grande!

  2. Rosario dice

    22 junio, 2019 at 01:18

    Hola prima que buenas recomedaciones lo voy a poner en práctica con mi hijo de 6 espero resulte alguna ya que probé con muchas recomendaciones de especialistas y nada aún pero haré la prueba con las tuyas

    Responder
    • Ruth Zarco dice

      24 junio, 2019 at 18:47

      ¡Hola Rosario! Qué gusto que me escuches, saludos a la distancia. Prueba a ver con estas estrategias, elige una o dos para comenzar y ve poniendo en práctica las demás progresivamente. Me encantaría que nos contarás si te funciona o no para ver qué podemos hacer. Ya me dirás.
      Un abrazo gigante a mi sobrino y a tu familia.

  3. Web dice

    26 diciembre, 2019 at 21:00

    Pedazo de artículo!! Gracias, la verdad que lo mejor que me funciona es la paciencia y sobre todo mantener su mente ocupada, hay juegos y cosas para hacer manuales que le dedican tanta atención que es increíble!

    Responder
    • Ruth Zarco dice

      27 diciembre, 2019 at 12:27

      Me alegro que te sea útil. Un abrazo!

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