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Hoy respondo a una consulta sobre los hábitos de alimentación en los niños y cómo cambiar el mal hábito de consumir dulces a todas horas y evitar que a la larga trastornos de conducta alimentaria.
¡Hola!
Darte la enhorabuena por tu gran labor, es un empujón hacia un futuro mucho más feliz. Gracias de verdad.
Estoy interesada en si tienes algún podcast relacionado con la alimentación pues mi hija de 6 años sólo quiere tomar dulces a todas horas y todos los días.
Yo me esfuerzo en prepararle cosas ricas y sanas y a veces se queda prácticamente todo en el plato. Come dulces sin masticar, con ansiedad. He llegado a encontrar debajo de la cama un bollo empaquetado que robó de una bolsa abierta en el supermercado.
Cuando vamos a cumpleaños o vamos de visita a otras casas, le dejo tomar todo lo que quiere. Pero aún así es muy constante el consumo de cosas dulces, a veces en la misma semana son 4-5 ocasiones. No hace mucho llegó a tomar 8 helados, 3 trozos de tarta y montones de golosinas. Yo no le digo nada, pero cuando los días siguientes se los pasa pidiendo más me molesta y me enfado. Cuando sigue pidiendo sin límite agota mi paciencia y formas de hablar bien… sé que no lo hago bien.
Hace mucho tiempo intenté que mi madre no le diera dulces pero es muy golosa. Descubrí que ella y mi sobrina le daban a escondidas y yo me molesté porque nunca han respetado mi decisión. La mayoría de su entorno comen todo precocinado y mucha bollería industrial porque a sus padres no les parece importante esos detalles. Yo sí que le doy importancia. Creo que es contraproducente tener que explicar que tratamos de evitar esos productos como base, pero que los consumimos solo a veces, porque en un momento dado es práctico y no se puede llevar nada al extremo… Eso es lo que intento pero alguna vez me frustro de ver mi esfuerzo tirado por la borda con mis familiares y el entorno.
A todo esto, soy madre soltera, vivimos solas a 400 km. Mi hija tiene 6 años. Mi madre me ayudó con su criterio el primer año y medio. Cuando me iba a por pañales le daba 2 biberones y medio a mi hija después de tomar el pecho y cuando volvía estaba vomitando. Por eso me fui, porque era imposible. Visitamos a mi madre en vacaciones, verano, navidad y Semana Santa.
Mi niña no es nerviosa. Sólo si yo la dejara, se alimentaría de por vida de dulces. Tiene las venas muy dilatadas, con tendencia varicosa por tomar tanto dulce. No quiero programarla con nada que sea malo, solo buenos hábitos. Antes mi niña era redondita pero perdió peso y está bien. La verdad a mí me preocupa su salud más que el peso.
Respecto a las relaciones con la familia, con su abuela, es buenísima, se adoran y con su padre buena pero se ven 5 días al año solamente porque viven en continentes distintos y no hablaban el mismo idioma… ahora si 😊
Tengo miedo de que tenga problemas de alimentación más adelante tipo anorexia, bulimia, vigorexia o cualquier trastorno alimenticio
Primero que nada gracias por tu consulta.
Has tocado un tema muy importante: los hábitos de alimentación en los niños y cómo puede afectar en su conducta y la posible aparición de trastornos como la anorexia y/o bulimia.
Por lo que comentas tu hija consume dulces de manera compulsiva. Cuando no lo obtiene a través de ti hasta puede llegar a robarlo. El consumir productos industriales: helados, golosinas…se ha hecho un hábito en ella. Un hábito que tienes que ayudarle a cambiar.
Existe también otro problema, que el resto de tu familia extensa no considera importante que tu hija consuma de manera compulsiva productos dañinos para su salud y hasta se lo ofrecen a escondidas de ti.
Aunque ya has hablado otras veces con tu madre del tema dile claramente lo que quieres. Te sugiero hacerlo usando la fórmula de comunicación eficaz X,Y, Z y R de Haim Ginnot. Los pasos son:
X, definiendo el problema: «cuando haces o dices…»
Y, expresando los sentimientos, sin dramatizar, de manera calmada: «me siento…»
Z, informando lo que esperábamos que ocurriera: » me habría gustado que hicieras…»
R, comprometiéndonos con la solución: «por mi parte me comprometo a…»
La comunicación eficaz con tu madre sería más o menos así:
X, definiendo el problema: «cuando le das todos los dulces que te pide la niña, incluso a escondidas de mí…»
Y, expresando los sentimientos, sin dramatizar, de manera calmada: «yo me siento frustrada e incomprendida…»
Z, informando de lo que esperábamos que ocurriera: » me habría gustado que le dijeras que no o que me lo preguntaras antes a mí…»
R, comprometiéndonos con las solución: «por mi parte me comprometo a avisarte antes si puede o no comer dulces y qué cantidad ¿de acuerdo, mamá?»
Con la nena también puedes usar esta fórmula para poner límites al consumo de dulces:
X, definiendo el problema: «cuando consumes dulces de manera exagerada…»
Y, expresando los sentimientos, sin dramatizar, de manera calmada: «yo me siento preocupada y hasta me pongo nerviosa porque puede que te siente mal o no tengas hambre a la hora de la comida.»
Z, informando de lo que esperábamos que ocurriera: » me habría gustado que recordaras que puedes tomarte un dulce luego de la comida y solo una vez al día como lo hablamos …»
R, comprometiéndonos con las solución: «por mi parte me comprometo a escucharte cuando tengas ganas de dulce y buscar otras opciones, podemos hacer un batido de fruta, podemos tomar un helado de fruta natural para merendar, podemos hacer una limonada… ¿de acuerdo?».
También te recomiendo que expliques a tu madre que a veces comemos exageradamente no por hambre sino por ansiedad, por preocupación, por pena, por depresión, por desconectar, cuando vemos las galletas o dulces delante nuestro y sin pensar ya los estamos comiendo…Explícale que es saludable comer cuando toca y no picar a todas horas.
Es por eso justamente que tu hija tampoco come aún cuando tú te esfuerzas en prepararle una rica comida. No come porque no tiene hambre ya que ha ido picando entre horas.
Así que te aconsejo que desayunen, coman, merienden y cenen a la misma hora cada día.
No sé si tu hija consuma al menos 1 litro de agua pero si no, también puede ser un motivo por el que tenga urgencia de dulce. El cuerpo a veces confunde el hambre con la sed (lo puedes saber si después de beber se te pasa la sensación de hambre). Así que en una botella de plástico dibuja 10 líneas y enumera desde arriba de 10 a 0. La idea es que al menos beba 10 sorbos al día y que en cada sorbo beba lo suficiente hasta llegar a la siguiente línea. Explícale que nuestros cuerpos necesitan agua para estar bien.
Habla con tu hija y que se haga responsable de no picar entre comidas, así que seguro estará con más ganas de comer cuando toca.
Lo que te puede servir también es crear buenas experiencias y recuerdos agradables relacionados con la comida. Es decir, hacer de la preparación y comer una experiencia para generar recuerdos agradables e inolvidables. Si consigues que tu hija asocie el consumo de ciertos alimentos a experiencias agradables estará más dispuesta a comer ese alimento porque le recuerda a los momentos agradables que supuso comer esas verduras.
Fue lo que hice yo con mi hija de 4 años. A ella no le gustaba las verduras y hacía caritas raras cuando le ponías delante cualquier rico plato con verduras.
Como no servía de nada decirle que era necesario para su cuerpo consumir verduras, etc, etc. Planee crear una experiencia sin saber en ese entonces que eso la predispondría a comer esa verdura sin quejarse en años posteriores.
Ese día le dije a mis dos hijas que haríamos tortilla de alcachofas. Nunca las había hecho, así que fue la primera vez también para mí. Fuimos al mercado las tres, deje que ellas escogieran las alcachofas, las pagasen y la llevasen a casa. Cuando llegamos repasamos los ingredientes que necesitaríamos. La mayor de 10 años se encargó de batir los huevos, mientras yo sentaba a la pequeña encima de la mesa y le enseñaba cómo podía ayudarme a preparar las alcachofas.
Recuerdo que ambas estaban muy interesadas en ayudar pero la pequeña estaba maravillada en deshojar las alcachofas, lavarlas, secarlas y pasármelas cuando las tenía listas.
Al final cuando fuimos a comer ellas estaban orgullosas porque habían ayudado a preparar la comida y estaban saboreando el esfuerzo de su propio trabajo.
Como te dije, la alcachofa era una verdura que no conocía hasta que llegué a Barcelona y la verdad no tengo costumbre de buscarlas a menudo pero mi hija pequeña cada vez que veía unas alcachofas las miraba y me decía “¿te acuerdas mami cuando hicimos tortilla de alcachofas? eran las mejores que he probado, me encantan las alcachofas”.
Posiblemente te funcione el asociar las buenas experiencias a la preparación y consumo de alimentos adecuados, pruébalo.
Todo es cuestión de establecer buenos hábitos asociándolos a experiencias gratificantes.
Es lo que hacen las grandes cadenas de alimentación como McDonal’s, Starbuck y otros semejantes. Crean experiencias agradables y las asocian a los productos que venden.
Conozco el caso de un niño que con 5 años tenía un cuadro de anorexia porque no soportaba ningún otro alimento que no sea hamburguesas, patatas fritas y coca cola. No aguantaba ni el pan. Vomitaba cuando, a la hora del patio, tenía que comer su bocadillo como todo el mundo. La madre que estaba muy preocupada por su salud estaba dispuesta a llevarle patatas o hamburguesa si hacía falta a la escuela. Evidentemente, sabía que no estaba permitido. Ella sabía que su hijo poco a poco tenía que comer variado y no solo lo que le gustaba. Le recomendamos que dejará a su hijo al comedor pero era tanta la presión del niño sobre su madre que ella se lo llevaba a casa pero no para comer saludable sino para seguir dándole patatas o hamburguesas cuando podía y cuando no el niño no comía nada.
Ahora que tiene 6 años está derivado al CSMIJ que es el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil para ayudar a la familia y al niño a establecer unos hábitos saludables.
No quiero alarmarte pero si tu ves que tu hija está consolidando unos malos hábitos de alimentación consulta con su pediatra y pide ayuda a la escuela.
Si estás en Cataluña, tu pediatra puede derivarte al CSMIJ para que te puedan orientar. También puedes comentar a su tutora las dificultades que tienes con la nena y pedir que la deriven al CSMIJ, sobre todo si el consumo de productos azucarados influye en un bajo rendimiento escolar o problemas de conducta.
El cambio de hábitos tomará trabajo y en el caso del consumo compulsivo de productos azucarados no será fácil dejar de consumirlos diciéndole a tu hija que no es bueno, que ya comió bastante. A parte de usar la fórmula de comunicación eficaz, hará falta una sustitución del mal hábito por otro mejor.
¿Cómo se sustituye o se cambia un mal hábito por otro bueno, por uno que no sea perjudicial?
Pues a gracias a tu consulta explicaré más a fondo sobre el tema de los hábitos y cómo pueden, nuestros propios hábitos, hundirnos y vivir una vida miserable o todo lo contrario, cómo nos pueden ayudar a vivir una vida maravillosa.
Creo que como madres y padres es necesario saber cuan importante son los hábitos, cómo se establecen y cómo cambiarlos si son inútiles y dañinos.
Para más información te recomiendo el bestseller El poder de los hábitos de Charles Duhhig.
Cómo funcionan los hábitos
“Decidido a desentrañar la psicología y la neurología de nuestros hábitos más arraigados, Charles Duhigg recurre a los más recientes descubrimientos en materia cerebral para mostrarnos cómo llegar a dominar los resortes que definen nuestras costumbres.”
“La mayor parte de las cosas que hacemos a diario puede parecernos que lo hacemos pensado y siendo conscientes de lo que hacemos, pero no es así. Son hábitos. Y aunque cada hábito parece que no tiene mucha importancia en sí mismo, con el tiempo, lo que comemos, lo que decimos a nuestros hijos cada noche, si ahorramos o gastamos, la frecuencia con que hacemos ejercicio y el modo en que organizamos nuestros pensamientos y rutinas de trabajo tienen un profundo impacto en nuestra salud, productividad, seguridad económica y felicidad.
Los hábitos empiezan sin que nos demos cuenta, se instalan inadvertidamente y para cuando queremos librarnos de ellos se han convertido en rutinas inamovibles. A veces surgen de un gesto cotidiano, como la sensación de relax que sentimos al llegar a casa y encender la tele y quedarnos horas mirando como zombies aunque no le prestemos realmente atención al programa, solo estamos ahí porque queremos relajarnos. En ocasiones, se trata de hábitos inducidos, como usar dentífrico para cepillarse los dientes.”
En educación el establecimiento de hábitos es básico. Tus hijos aprenderan de ti desde acciones sin mucha importancia hasta las que pueden ser decisivas entre vivir una vida desgraciada o una plena y feliz.
Hay familias que aprendieron de sus padres a seguir unas rutinas y que sin ser conscientes, o sí, se las transmiten a sus hijos para que adquieran buenos hábitos como tender la cama inmediatamente después de levantarse, recoger y lavar los platos inmediatamente después de haber acabado de comer; desayunar, comer y cenar a la misma hora con la televisión apagada y sin ningún celular cerca que impida ese momento de conexión real en familia, establecer un día de limpieza general y siempre a la misma hora.
Con el tiempo esas rutinas se convierten en hábitos al igual que la costumbre de levantarse y no hacer la cama ni antes de salir de casa ni al volver, de desayunar, comer y cenar a solas porque todo el mundo en casa tiene un horario diferente, de llevarse el móvil a la mesa e interrumpir las escasas charlas en familia por estar acostumbrado a mirar cada dos por tres si ha llegado una notificación de tus redes sociales, de limpiar cuando tengas tiempo o cuando todo esté hecho un desastre y no tengas más remedio que limpiar.
Como ves hay buenos hábitos y malos hábitos y los dos se han ido consolidando con la repetición diaria.
Si tienes hijos adolescentes con malos hábitos sabrás que es difícil convencerlo de que deje de fumar marihuana, por ejemplo, y busque otra forma de relajarse o de afrontar los problemas.
“Los hábitos, según los científicos, surgen porque el cerebro siempre está buscando una forma de ahorrar esfuerzo. Si dejamos que utilice sus mecanismos, el cerebro intentará convertir casi toda rutina en un hábito, porque los hábitos le permiten descansar más y ahorrar energía para nuevos aprendizajes. Este instinto de ahorrar energía es una gran ventaja. Un cerebro eficiente nos permite dejar de pensar constantemente en las conductas básicas, como caminar y decidir qué vamos a comer, así podemos dedicar nuestra energía mental a inventar desde arpones y sistemas de riego hasta aviones y videojuegos.”
“El proceso para la formación y consolidación de un hábito en nuestro cerebro es un bucle de tres pasos (imagina un circulo). Primero está la señal, el detonante que informa a nuestro cerebro que puede poner el piloto automático”… porque eso que estamos a punto de hacer lo hacemos cada día así que no tiene por qué supervisar (por ej. cuando vamos siempre por la misma ruta a casa y ni nos fijamos si estamos tomando el bus correcto o estamos en la parada correcta, nuestro cuerpo simplemente sabe a dónde va). “Eso da paso a la la rutina, que puede ser física” (caminar como un autómata sin preocuparte porque ya conoces el camino)… “mental o emocional. Por último está la recompensa, que ayuda a nuestro cerebro a decidir si vale la pena recordar en el futuro este bucle en particular”…(la recompensa puede ser llegar a casa y hundirte en el sofá por un par de horas como mínimo o podría ser llegar a casa a merendar para recargar energía y salir a tus clases de piano que tanto te gusta y te hace sentir tan bien). “Con el tiempo, este bucle —señal, rutina, recompensa— se va volviendo más y más automático. La señal y la recompensa se superponen hasta que surge un fuerte sentimiento de expectación y deseo. Al final, se acaba formando un hábito.”
Si tienes el hábito de relajarte por un par de horas cuando llegas a casa cualquier cosa que te interrumpa de poder hacerlo te pondrá de mal humor porque te estará impidiendo hacer realidad tu deseo de tener tu momento de relax. Si no eres consciente de que tu mal humor está empujado por el «síndrome de abstinencia» por no poder relajarte puede que no sepas ni por qué te pones de mal humor cuando tu hermana te llama y te dice que vayas a verla porque quiere hablar contigo, justo cuando ya te habías descalzado y estabas entrando en modo desconexión, si pensándolo bien hace mucho que no la ves ni a ella ni a tus sobrinos que tanto quieres.
¿Eso quiere decir que si te acostumbras a hacer algo y se ha convertido en un hábito ya no lo puedes cambiar?
Se puede, claro que se puede ya que … “los hábitos no son el destino. Los hábitos se pueden ignorar, cambiar o sustituir. Pero la razón por la que el descubrimiento del bucle del hábito, es decir, saber que un hábito está conformado por la señal, rutina y recompensa, es tan importante es porque revela una verdad básica: cuando emerge un hábito, el cerebro deja de participar plenamente en la toma de decisiones. Ya no trabaja tanto ni pone atención en lo que estás haciendo porque es un hábito y salvo que combatas deliberadamente ese hábito – es decir, encuentres nuevas rutinas— el patrón se activará de manera automática.”
Si sueles ponerte nerviosa cuando oyes llorar a tu hijo porque quiere que le compres un juguete sin siquiera pensarlo sentirás como te pones nerviosa, avergonzada por el espectáculo y susurrarás amenazas a tu hijo si no para de hacer el tonto. Ni siquiera te plantearás si esa respuesta tuya es útil para ayudar a cambiar su costumbre de conseguir lo que quiere a base de llanto. Ni siquiera te plantearás qué puedes hacer para cambiar ese hábito de llorar para conseguir lo que quiere o el tuyo, de ponerte nerviosa cuando no sabes cómo convencer a tu hijo de que no puedes comprarle el juguete.
Si hasta ahora has pensado que tus hábitos no los puedes cambiar porque eres así, te equivocas. No los puedes cambiar porque no has prestado suficiente atención de por qué haces lo que haces, cómo ha surgido ese hábito, cuáles son las señales que activan ese hábito, qué recompensa obtienes realizando ese hábito. Si no sabes cuál es la señal que te pone en modo automático, qué rutina sigues y qué recompensa obtienes no podrás cambiar fácilmente tus malos hábitos.
“Afortunadamente, el simple hecho de comprender cómo actúan los hábitos —aprender la estructura del bucle del hábito— hace más fácil controlarlos. Cuando fragmentamos un hábito en sus componentes, podemos aprender cómo modificarlo.”
Si tu hijo quiere que le compres cada juguete nuevo que ve, puede que tenga ese hábito porque al principio le compraste lo que pedía y él se acostumbró a tener siempre lo que deseaba. Cuando el gasto ya era insostenible y comenzaste a decirle que no, tu hijo no podía evitar sentir el placer que suponía verse disfrutando con su nueva adquisición. Su deseo había despertado. Por eso cuando escucha a alguien decir que No, comienza a sentirse frustrado. Puede incluso que te vea como un obstáculo que se está interponiendo entre su juguete y él.
Tomando como ejemplo el hábito de la niña que consume productos azucarados sin control y hasta con ansiedad, para cuando su mamá le dice que basta, que ya no más, la niña está en medio del viaje del placer que siente al consumir bollos, helados, golosinas. No es de extrañar que no quiera dejar de consumir estos productos y hasta se atreva a robar para poder consumir.
Por suerte los hábitos se cambian aunque no se pueden eliminar. “Según Ann Graybiel, investigadora del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts): Los hábitos nunca llegan a desaparecer. Quedan grabados en las estructuras de nuestro cerebro, lo cual es una gran ventaja para nosotros, porque sería terrible que después de cada vacación tuviéramos que aprender a conducir de nuevo o tu hijo tuviera que aprender a leer. El problema radica en que el cerebro no diferencia entre los buenos y los malos hábitos; por eso, si tienes un mal hábito, siempre te estará acechando, esperando la señal y la recompensa». Siguiendo el caso de los niños se activa cuando uno ve el juguete y cuando la niña ve cualquier producto azucarado. Podemos decir que mientras sean impulsados a actuar en modo automático cuando vean un juguete o un donut, harán lo posible por satisfacer su deseo, lo posible, llorar, patalear, incluso robar.
¿Quiere decir que no se puede cambiar ese hábito? Se puede. Aunque no será fácil porque esa conducta, si se ha repetido durante largo tiempo, está grabada en las neuronas del cerebro de estos niños.
“Esto explica por qué nos cuesta tanto crear buenos hábitos como hacer regularmente ejercicio o cambiar nuestra forma de comer. Una vez que hemos desarrollado la rutina de sentarnos en el sillón, en vez de salir a correr, o la de comer, tengamos o no hambre, cada vez que vemos unos donuts, esos patrones permanecerán en nuestra cabeza. Por la misma regla, si aprendemos a crear nuevas rutinas neurológicas que se impongan a esas conductas —si podemos controlar el bucle del hábito—, podremos conseguir que esas malas tendencias queden en un segundo plano.”
“Los científicos han estudiado los cerebros de los alcohólicos, fumadores y adictos a la comida, y han medido los cambios en su neurología —las estructuras de sus cerebros y la circulación de sustancias neuroquímicas dentro de su cerebro— a medida que se van instaurando los deseos. Dos investigadores de la universidad de Michigan escribieron que los hábitos especialmente fuertes producen reacciones similares a las adicciones, de modo que «desear se convierte en un ansia obsesiva» que puede obligar a nuestro cerebro a poner el piloto automático, incluso ante la presencia de fuertes factores disuasorios como perder la reputación, el trabajo, el hogar y la familia».
Sin embargo, estos deseos no tienen el control absoluto sobre nosotros. Existen mecanismos que pueden ayudarnos a no caer en las tentaciones. Pero, para superar el hábito, hemos de reconocer qué deseo está guiando nuestra conducta. Si no somos conscientes de ello, podemos acabar dominados por conductas que realizamos como si estuviéramos conducidos por una fuerza invisible.
En el caso del niño y su deseo de obtener un juguete nuevo su deseo puede estar asociado con las sensación de aburrimiento. Cuando ve un juguete nuevo puede que se diga “Oh, seguro que si tengo ese robot me lo pasaría super bien. Podré enseñar a mis amigos y todos querrán jugar conmigo”.
En el caso de la niña y su deseo de comer productos dulces puede que esté asociado a una buena experiencia y sentir que comer dulces le hace estar más cerca de su abuela ya que a ella le gusta mucho los dulces también. Puede estar asociado a olvidar un mal rato. Es decir, que busca dulces cuando se siente nerviosa, triste, aburrida, incomprendida…Puede que haya consolidado el hábito de ver cosas dulces y consumirlas sin haber tenido ganas de dulce sino que se activa sus ganas cuando lo tiene delante de ella.
¿Qué hábitos tienes? ¿Te ayudan a vivir una vida plena? ¿Tienes malos hábitos?¿Qué conductas se están haciendo costumbre en tu hijo? ¿Qué conductas se está haciendo costumbre en ti?
¡Cuidado!
Si es un hábito que te ayuda a ganar calidad de vida, adelante.
Si es un hábito que está destrozando tu vida o consideras que destrozará la vida de tu hijo, ponte manos a la obra.
Espero que te haya sido útil.
El tema de los hábitos es muy interesante y en el próximo episodio explicaré con detalle las claves que te ayudará a cambiar tus malos hábitos.
¡Feliz semana!
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