Cómo mejorar la mala conducta ¿Qué puedes hacer para ayudar a tu hijo con su mal comportamiento? ¿Cómo puedes dejar de pelearte con él por todo y nada? ¿Cómo conseguir que colabore, que haga lo que tiene que hacer sin estar detrás de ellos supervisando como una sargento ?
María está harta de tener que ir detrás de su hija para que cumpla con sus obligaciones. No hay día que no le tenga que echar la bronca o porque no ha hecho los deberes, o porque está con el móvil enganchada todo el día.
Intenta razonar con ella y no funciona. Su hija se la quita de encima diciéndole que sí, que sí, pero nada cambia. Otros días intenta obligarla a obedecer amenazándola con castigarla pero lo que consigue es que su hija se indigne, se enfade y grite desafiando a su madre a hacer lo que quiera.
No sabe qué hacer, si tirar la toalla y dejar que la vida le enseñe. O seguir insistiendo para ayudarla a ser una persona responsable. Como mínimo eso.
Si tienes hijos sabes de lo que hablo. Hasta el hijo más tranquilo tiene sus momentos en los que no sabes cómo responder. Cómo seguir siendo una figura de autoridad y a la vez alguien que le inspira y le acompaña en sus aprendizajes.
¿Preparada?
Hoy aprenderás cómo convertir esos momentos conflictivos en momentos de aprendizaje. Donde aprenderás tú y tus hijos también.
Sigue leyendo.
Cuando los niños son pequeños no tenemos que preocuparnos a que nos obedezcan. Hasta los 6 meses, más o menos, mi hijas Michelle y Nicole, me obedecían sin problema.
Los niños desde muy pequeños, comienzan a explorar tocando todo lo que encuentran a su alcance y llevándoselo a la boca. Es su manera de conocer su nuevo mundo.
Cuando aprenden a gatear y a caminar su expedición va más allá de los brazos de mamá. No sé si a ti te ha pasado perder a tu hijo en un abrir y cerrar de ojos. Yo me asusté un par de veces al descubrir la cuna de Michelle vacía. Le gustaba escaparse para mirar qué había debajo la cama.
El deseo de exploración es imparable. Quieren conocer, tocar, probar. Como cada cosa que hacen es por primera vez, pueden sufrir pequeños accidentes: se caen, tropiezan, se golpean, hasta incluso pueden quemarse o hacerse un corte.
Por eso, para evitar accidentes una prefiere tener controlados a sus hijos. Así que yo me esmeraba porque me hicieran caso y se queden sentadas y tranquilas hasta que mamá les diga que pueden levantarse, correr y explorar.
Ellas pese a mis recomendaciones encontraban la manera de realizar sus pequeñas travesuras.
Cuando me imponía demasiado y les decía que no casi a todo, ellas reaccionaban enfadándose y quedándose plantadas en su sitio.
Si querían un helado, quedarse más rato en el parque, etcétera, y yo decía que no, cruzaban los brazos y me lanzaban una de esas miradas penetrantes.
Algunas veces, acababa comprando el helado o quedándome más rato en el parque. Otras veces, las obligaba a obedecer sin haber llegado a ningún acuerdo. Imponía mi autoridad.
Pobres.
Cansadas de mi autoritarismo, montaban sus berrinches. No les quedaba otra. Creo que les dejamos sin elección. No les dábamos la oportunidad de expresar sus deseos, de negociar.
Un dictador no negocia, impone. En esos años yo era una mamá con mis momentos de dictadora.
Muchas de las peleas que se libran cada día en una casa con hijos es porque nos falta esa habilidad negociadora.
Preferimos ser unos dictadores y que nuestros hijos hagan lo que se les manda y punto. Quién mejor que nosotros para saber lo que les conviene.
Otro tipo de padres, amantes de la libertad y un poco de desconocimiento, prefieren dejar que sus hijos se gobiernen a sí mismos. Los dejan solos ante el peligro. Dejan que ellos elijan desde pequeños qué quieren hacer, cuándo, cómo.
Del primer estilo de crianza, más autoritario, cualquier hijo se cansa y acaba ‘odiando’ la manera en cómo le trata su familia. Su sueño es hacerse mayor para irse de casa y alejarse de tanta sinrazón.
Del segundo estilo educativo, la negligencia disfrazada de libertad, los niños no desean huir, están la mar de bien. Estan cómodos. Para qué irse. Si pueden tenerlo todo allí.
Como te habrás dado cuenta, yo prefiero un estilo intermedio, uno que no asfixia y les da libertad y la responsabilidad suficiente para elegir qué quieren hacer, sabiendo que tendrán que hacerse cargo de las consecuencias de sus actos.
Ese estilo educativo, llámale democrático o comunicativo, requiere habilidades como la paciencia, la capacidad de negociación, la comunicación asertiva, la escucha activa, la gestión emocional, la empatía, la creatividad, la capacidad de asombro, la ilusión, la capacidad de perdón, la flexibilidad mental, por citar algunas.
Habilidades que tienes que entrenar tú. Tus hijos aprenderán de ti.
Hoy te daré pautas para que te entrenes como una gran negociadora y así evites berrinches y enfados innecesarios.
Conseguirás que tu casa tenga un clima más agradable o en todo caso menos tenso.
Cuando hay personas enfadadas en casa no es agradable estar ahí. Cuando hay tensión yo personalmente tengo deseos de salir corriendo para despejarme o si estoy fuera tardo un poco en llegar hasta estar más tranquila.
¿Te imaginas a tus hijos con esa misma sensación y no poder tomarse un ratito para calmarse ya que si llega más tarde de su hora le espera otra bronca?
Sigue leyendo.
Una habilidad negociadora te ayudará a tener menos problemas con tus hijos. Menos enfrentamientos. Pero ni sueñes con que acabarán los conflictos. De hecho, es sano que tus hijos te cuestionen.
CÓMO MEJORAR LA MALA CONDUCTA
A estás alturas debes estar preguntándote si tooooodo se ha de negociar. No. No todo.
Vamos a ver el método de las 3 cestas de Greene que te ayudará a saber en qué momentos debes negociar y cómo.
Si es la primera vez que me lees te dejo el enlace de los artículos del mes anterior donde explico porque le doy tanta importancia a conocer mejor a nuestros hijos, en qué momentos se frustran, por qué les cuesta obedecer. Te sorprenderá saber por qué se portan mal.
Te explico mi caso. Sigue leyendo.
Yo tuve a Michelle con 18 años. A esa edad no estaba preparada para ejercer como madre y lo sabía. Así que busqué ayuda para saber cómo cuidarla.Visitaba al pediatra, preguntaba a otras madres. Pedía consejos a mi familia, sobre todo a mi abuelita 🙂
Todas mis preguntas estaban relacionadas con su alimentación (qué podía comer y cuándo), el sueño, si era bueno tenerla mucho en brazos, y poca cosa más.
No me preocupé nunca por su desarrollo emocional. Tampoco le di ningún tipo de estimulación para que a nivel intelectual esté más preparada para el momento de ir a la escuela.
No me preocupé por enseñar a mis hijas a seguir adelante pese a los problemas, a que desarrollen esa capacidad para superar las frustraciones. Esa habilidad tan útil para superar tus retos personales cuando dejas de ser niño.
Esas habilidades que te ayudan a no quedarte resignada a tu suerte sino que te animan a luchar por conseguir lo que quieres. A vivir como sueñas.
Así pues te invito a leer este post donde te explico qué puedes hacer para ayudar a desarrollar las habilidades necesarias para que tu hijo se frustre menos y sea más feliz.
Ahora bien, debes ser consciente también, que existen otros niños que pese a que les proveemos de cariño, paciencia y cuidados tienen mal carácter. Hasta parece que nos quieren amargar la vida.
En este otro post te explico qué pasa si decides no hacer nada y limitarte a pelearte cada día con tu hijo. Obligarle a que te obedezca obviando sus dificultades. Te recomiendo leerlo 🙂
Y ahora sí vamos a ver cómo funciona el método de Greene.
EL MÉTODO DE LAS 3 CESTAS
Este método a mi personalmente me encanta. Con la práctica verás como el clima en casa mejora y reducen el número de conflictos.
Los objetivos detrás de este método son:
1. Ser una figura de autoridad para tus hijos (no confundir con ser autoritaria).
2. Enseñar a tus hijos las habilidades de flexibilidad y tolerancia a la frustración.
3. Ser consciente de las limitaciones de tus hijos.
Para entenderlo mejor imagina 3 cestas en sentido vertical.
En la cesta A, la primera de arriba, van todos los comportamientos que son importantes. Aquellos por los que vale la pena soportar un colapso, un berrinche, un enfado.
Poner límites nos ayudará a que nuestros hijos nos consideren como figura de autoridad.
En la cesta B están los comportamientos que ayudarán a tu hijo a desarrollar las habilidades de flexibilidad y tolerancia a la frustración.
En la cesta C están los comportamientos por los que no vale la pena que te empecines en cambiar o moderar.
Sigue leyendo para saber cómo funcionan.
CESTA A: PONIENDO LÍMITES
En la cesta A los comportamientos no están a la elección del niño. Tú como figura de autoridad te encargarás de hacerles saber:
-
qué deben hacer,
-
qué deben dejar de hacer,
-
y saber aceptar un No por respuesta.
Que pongas límites en casa puede ser para tu hijo una gran fuente de frustración. Lo más probable es pues que recurra a estrategias como insultar, pegar, plantarse ante ti, desafiarte para conseguir lo que quiere.
En estos casos tú has de aguantar con paciencia. Sin agredirlo, ni verbal ni fisicamente.
Recuerda que un niño cuando está frustrado no es capaz de entender razones, de recular y hacer lo correcto sin antes calmarse.
Antes de que empieces a llenar la cesta A y decidir poner límites a tu hijo, sigue leyendo.
Los comportamientos que deben estar en esta cesta son aquellos que ponen en peligro la seguridad del niño o la de las personas, animales y cosas que tiene a su alcance.
Tu hijo debe saber que no puede pegarte, ni a su padre, ni a sus hermanos. No es negociable. Si pega hemos de decirle que deje de hacerlo:
-‘Escucha Ricardo, sé que estás frustrado; para solucionar el problema podemos buscar otras soluciones. Pegar no es una solución.’
3 CRITERIOS PARA SABER QUÉ COMPORTAMIENTOS VAN EN LA CESTA A
Estos 3 criterios te ayudarán a reconocer si el comportamiento corresponde a la cesta A.
- El comportamiento debe ser lo bastante importante como para inducir y soportar colapsos.
- Debes estar dispuesta a imponer tus deseos. Si consideras que no vale la pena impedir que tu hijo haga algo (que deje de ver la tele, de jugar a la play…) y vas a rendirte a medida de que tu hijo suba su nivel de agresividad, no vale la pena aguantar. Has de estar dispuesta a llegar hasta el final. Aguantar el colapso hasta que se calme. Ojo que no quiero decir que te enfrentes sino de dejarle claro que eso no se permite en casa. Se lo harás saber con firmeza y tranquilidad. No hace falta gritar. No te entenderá mejor.
- Tu hijo debe ser capaz de poder cambiar ese comportamiento. Por ejemplo, si a ti no te gusta que tu hijo sea obsesivo con algunas cosas (quitarse hasta la última mancha de sus manos y pasarse ‘horas lavándoselas’) pero sabes que después de hacerlo está tranquilo, lo más saludable es aceptar que es un comportamiento por el que no vale la pena cambiar porque no representa una amenaza para su desarrollo ni para la paz familiar.
No cometas el error de pensar que casi todos los comportamientos van en esta cesta porque lo único que conseguirás es aumentar el número de enfrentamientos con tu hijo.
Solo van aqui los que ponen en peligro a las personas, animales o cosas.
Así pues que no hayan hecho su habitación y le obligues a hacerlo hasta inducirle a un colapso ¿vale la pena?
Si no ha hecho los deberes y le obligas a hacerlos ¿vale la pena?
Obligarle a que pida disculpas por haberte insultado ¿vale la pena?
Si tira las cosas con la intención de romperlas o hacer daño a alguien ¿vale la pena frenarlo y aguantar el colapso?
Son cosas que debes decidir tú. Utiliza los 3 criterios que te expliqué antes para clasificar los comportamientos de tu niño y decidir.
Ten en cuenta que la cesta A te ayuda a mantener la seguridad de tu casa. Que tú, ni otros familiares, sientan que corren peligro. Si un comportamiento provoca esta sensación, para mí, va en la cesta A.
Resumiendo.
En la cesta A tú pones límites, tu hijo debe saber que de ahí no puede pasar. No es negociable. Eso le creará frustración y sufrirá un colapso: se enfadará, discutirá, insultará, llorará, tirará cosas, querrá hacer daño. Tú aguantarás firmemente. No le agredirás, ni le darás el sermón en ese momento. No te escuchará porque no puede pensar con claridad. No en ese instante.
En todo caso puedes decirle ‘Mira hijo, sé que estás frustrado, por desgracia es un tema que no podemos discutir’.
Aguantar un colapso no es dejar que se explaye con su conducta agresiva sino evitar que se haga daño a sí mismo y a los demás.
Si haces un repaso mental de los problemas en casa, la mayoría son porque no das opciones a tu hijo a negociar.
No quiero decir que todo es negociable. Los de la cesta A no lo son y tu hijo debe saberlo. Pero ejercer tu autoridad y obligar a tu hijo a obedecer es no dejarle más opción que buscar otras maneras para conseguir lo que quiere.
Te recomiendo que no te empecines en querer cambiar los comportamientos de tu hijo dando por hecho de que poniendo límites es suficiente. No lo es. No aprende nada si solo se limita a hacer lo que tú quieres y como tú deseas.
Además no desarrolla esas habilidades necesarias para gestionar mejor sus emociones, pensar con claridad en momentos difíciles y tomar decisiones adecuadas.
Por eso es importante que casi la mayoría de comportamientos estén en la cesta B. Te explico porqué.
CESTA B: ENCONTRANDO SOLUCIONES A LOS PROBLEMAS
Está es la cesta más útil porque es la que ayudará a tu hijo a desarrollar las habilidades de flexibilidad y tolerancia a la frustración. Ya solo por eso merece una atención especial. Porque ese es nuestro objetivo, que aprenda y para que pueda hacerlo hemos de ayudarle a pensar.
A algunos niños les cuesta pensar cuando están frustrados. Encontrar una solución puede parecer toda una odisea para ellos. Por eso al principio necesitará de le ayudes a generar diferentes vías de solución a un problema.
Con el tiempo llegará a genera soluciones por sí mismo. Y tú le darás el tiempo necesario para que pueda encontrar una solución.
Evita acostumbrarte a darle la solución y pasar a otra cosa porque tienes prisa. No funcionará. El niño es quien tiene que darse cuenta de que puede hacerlo él.
Tú en todo caso reforzarás su esfuerzo por encontrar soluciones felicitándole por estar aprendiendo a solucionar problemas.
3 INGREDIENTES QUE NECESITARÁS PARA AYUDAR A TU HIJO EN SUS MOMENTOS DE FRUSTRACIÓN
Para poder ayudar a tu hijo ten en cuenta estos 3 ingredientes:
1. EMPATÍA
Debes ponerte en el lugar de tu hijo, reconocer sus dificultades y tener un deseo sincero (que seguro que es así) de ayudarle. Él debe saber que formáis un equipo. Que no estás en su contra, ni quieres amargarle la vida sometiéndole a tu voluntad. Tu hijo debe sentir que tú tienes deseos de ayudarle. Si él te percibe como parte de la solución más que como parte del problema (porque tú no le dejas hacer según qué cosas) no reaccionará exageradamente y no estará a la defensiva cuando esté frustrado porque sabe que puede contar contigo.
2. INVITACIÓN
Con amabilidad invita a tu hijo a buscar una solución.
Jorge, de 5 años, está muy enfadado intentando quitarle los platitos con los que juega otra niña. Ella al verse perseguida pide ayuda. Una mamá que está cerca va hacia ellos al ver que están a punto de llegar a las manos.
-¿Qué es lo que pasa?- dice con tono amable.
-Es ella que quiere todos los platos – dice Jorge.
-Yo los tenía primero. Él estaba jugando con los coches y ahora quiere los platos – dice ella.
-Pues tenemos un problema, entonces – dice. Tú quieres los platos, ¿cierto Jorge? Y tú también los quieres, ¿cierto María?
Ambos asienten con la esperanza de llevarse todos los platos.
-¿Jorge, qué solución podemos encontrar para que tú estés contento y María también? María tú también piensa en una solución.
Ambos se relajan y comienzan a pensar.
-¡Ya sé!- dice Jorge, contento de haber encontrado en una solución. Podemos compartir.
-¡Me parece muy buena solución! ¿Qué te parece, María?- ella asiente. ¿Cómo podéis compartir?
Piensan otra vez.
-Yo puedo dejarle unos cuantos- dice Jorge.
-Me parece buena idea. Vamos a repartirlos. Tres para ti y tres para ti. Problema solucionado. Les felicito por haber encontrado una solución.
Vuelven a jugar en paz.
Esta frase es la que mejor me funciona en casos parecidos : ‘Tenemos este problema..X.., pensemos en una solución en la que tú estés contento y ella/yo pueda ..X..’
3. CONCRETAR EL PROBLEMA A SOLUCIONAR
Algunos niños no saben a qué problema es al que tienen que encontrar la solución, o nosotras podemos suponer que el problema es uno y en realidad es otra cosa. Para asegurar cuál es el problema es mejor preguntar y escuchar con atención.
-Ricardo, apaga la tele que vamos a cenar.
-¡No! Eres una mentirosa.
– Sé que estás enfadado porque quieres ver un ratito más la televisión, pensemos en cómo podemos encontrar una solución. El problema es que es la hora de cenar y a la vez tú quieres seguir viendo la televisión, ¿qué podemos hacer?
– No lo sé.
– ¿Qué podemos hacer para que tú estés contento y podamos cenar?
– Puedo cenar mientras veo la tele.
– Me parece una buena solución por hoy. Vamos a cenar en el salón. Ayúdame llevar las cosas a la mesita de centro, por favor.
La cesta B es la más util y la más complicada de realizar. Requiere paciencia, comunicación asertiva, creatividad, aceptación, empatía, escucha activa, feedback positivo. Pero sin duda es la mejor para ayudar a tu hijo a enseñarle a pensar con claridad en momentos de frustración.
CESTA C: ACEPTANDO LAS LIMITACIONES DEL NIÑO
En esta cesta pondrás todos los comportamientos que en su día fueron importantes pero que si no los hace, por ahora, no pasa nada.
Como en el ejemplo anterior, Ricardo le pide a su mamá cenar viendo la televisión. Ella accede porque prefiere hacerle ver que se pueden encontrar soluciones intermedias donde ambos salen ganando: El niño ve televisión y la madre cena en paz con su hijo.
Si ella se hubiese empecinado en cenar sin tener en cuenta la solución que proponía Ricardo, él hubiese tenido un colapso o como mínimo negarse a cenar, cenar enfadado y de mala gana.
Ya puedes imaginar lo que hubiese pasado si ella hubiese insistido en que Ricardo cene como ella cree que debe de hacerlo.
Pues la cesta C esta llena de estos comportamientos que son ideales que se hagan pero que si de momento hacemos la vista gorda no pasa nada. Nos ayudará a evitar colapsos innecesarios.
Recuerda que un niño con el carácter difícil tiene limitaciones para mantener la calma y pensar con claridad cuando está frustrado. Si presionas mucho le inducirás a que reaccione de mala manera.
Ahora bien, considerar menos importante la realización de ciertos comportamientos no quiere decir ceder y dejar que tu hijo sea quién decida qué hacer, cuándo y cómo.
Tú sigues siendo la persona qué decide si la solución que tu hijo propone es la adecuada. Quién sigue mandando eres tú.
La cesta C es hacer la vista gorda de algunos comportamientos y pensar cómo puedes conseguir que los haga algún día. Es decir, pasarlos a la cesta B.
Si no vale la pena siquiera que los llegue a hacer porque no lo consideras importante, olvídalo.
Resumiendo:
- Los comportamientos de la cesta A te garantiza mantener la seguridad en casa y a ser la figura de autoridad que tu niño necesita.
- Los comportamientos de la cesta B ayudarán a tu hijo a mantener la coherencia en mitad de la frustración; a pensar en soluciones mútuamente satisfactorias; aprender a resolver problemas y a verte como un colaboradora y no como una enemiga.
- Los comportamientos de la cesta C te ayudará a eliminar muchas frustraciones innecesarias de la vida de tu hijo.
¿EN QUÉ MOMENTO ES RECOMENDABLE USAR EL MÉTODO DE LAS CESTAS?
Ya mismo. En el dia a día siempre existen situaciones donde se generan desacuerdos.
-‘Mami quiero quedarme un rato más en el parque’- pero tú tienes prisa; momento de negociar.
– ‘No quiero bañarme’- momento de negociar.
-‘Quiero ese juguete, ¡quiero que me lo compres ya!’- momento de negociar.
Pero como te dije antes no todo es negociable. Antes de empezar a actuar pregúntate ¿Este comportamiento está en la cesta A, B o C? y ten preparada las respuestas.
Para los comportamientos que has decidido que estén en la cesta A, puedes usar frases de este tipo:
- ‘Ricardo, veo que estás frustrado y enfadado; por desgracia es un tema que no podemos discutir’.
Si es un comportamiento de la cesta B, recuerda que debes seguir los pasos de Empatía, Invitar y Concretar; puedes decirle algo así:
- ‘Ricardo, entiendo que te cueste apagar la televisión en mitad del programa (empatía). ¡Busquemos una forma de arreglarlo! (invitación). ¿Qué solución podemos encontrar para que tú estés contento/ y podamos cenar? (concretar)’.
Si el comportamiento es de la cesta C, harás la vista gorda.
Poco a poco, tu hijo se sentirá más capacitado para solucionar los problemas. Al inicio necesitará de tu ayuda. Tú serás su ‘lóbulo frontal prestado’. Tu función es muy importante ya que serás esa persona que:
- Le ayudará a pensar en plena frustración porque él no puede.
- Le ayudará a mantener la calma para pensar en la solución al problema que provocó que se sintiera frustrado.
- Le invitará a pensar en distintas soluciones.
- Le ayudará a pensar en las consecuencias de cada posible solución.
- Le ayudará a pensar en diferentes maneras de responder a un giro inesperado de los acontecimientos.
- Le ayudará a idear un plan para retrasar algo que quiere ‘ya mismo’ hasta un poco más tarde.
Tú eres importante. Lo es tu pareja, también. Tu ayuda es más efectiva que cualquier ayuda que pueda dar un psicólogo o un psicopedagogo a tu hijo.
Con tu ayuda y la práctica tu hijo será capaz de usar su propio lóbulo frontal. No necesitará de alguien que esté a su lado para que le ayude a responder adecuadamente cuando se sienta frustrado.
ANTE TODO PREVENCIÓN
¿Pero, has de actuar solo cuando ves que está a punto de explotar o se niega a colaborar?
No.
Es más efectivo, una vez hayas identificado las situaciones en las que suele experimentar frustración que encuentres un momento ‘fuera del momento colapso’ para hablar con él al respecto. La conversación puede ser algo así:
– Me he dado cuenta que por las mañanas prefieres seguir durmiendo y te cuesta levantarte – le dice su mamá.
– Si y qué – contesta malhumorado Ricardo.
– Lo que quiero decir es que las mañanas nos cuesta mucho y estaría bien encontrar una manera de no discutir por ello.
– No sé.
– Podríamos hablar de qué nos cuesta por las mañanas y encontrar una solución, ¿qué te parece?
Espero sinceramente que lleves a la práctica el método de las tres cestas. Te sorprenderás de las soluciones tan creativas que proponen los niños.
Verás las situaciones estresantes y problemáticas como una oportunidad para conectar con tus hijos. Para crecer juntos en familia.
Y cómo siempre, te invito a dejar tus comentarios, dudas, sugerencias. Puedes ponerte en contacto de forma privada aquí, si lo deseas.
En lo que pueda estoy aquí para ayudarte.
¡Feliz sábado!
Me gusto mucho tengo 3hijos y 2ya son adolescente y es difícil criarlos de verdad difícil
¡Hola Tania!
Gracias por comentar.
Sé de lo que hablas yo tengo 2 hijas adolescentes y de verdad necesitas mucha paciencia y estrategias para no caer en la tentación de enfrentarte con ellos.
Por experiencia puedo decirte que esa rebeldía es pasajera. Son personas que están en una etapa de la vida de muchos cambios, a nivel físico, nivel cognitivo y por supuesto emocional.
Espero de verdad que el método de las 3 cestas te ayude a saber cómo acompañarles durante esta etapa de su vida.
¡Un abrazo enorme!