No te ha pasado alguna vez sentirte totalmente desanimada y frustrada cuando ves que no estás alcanzando sus objetivos.
Ciertamente, en el mundo en que vivimos se nos exige resultados desde pequeñas. Compitiendo siempre por ser la mejor.
Esta presión externa puede hacernos sentir unas fracasadas si lo que hacemos es compararnos con las demás personas para auto evaluarnos si somos más guapas, más listas, más populares.
Recuerdo con cariño a una amiga de mi adolescencia que se comparaba constantemente con las demás chicas para decidir, en función de su comparación, si era una chica guapa o no. Tras ver desfilar a toda su competencia por los pasillos del colegio a veces llegaba a la conclusión de que sí lo era y otras, no.
La consecuencia de esa constante e inocente competitividad le hacía sentirse unos días muy a gusto con ella misma y otros días no se gustaba nada. Así pues, unos días era muy amable y podía comerse el mundo si quería y otros días estaba callada, desanimada, llegando a actuar, a veces, de manera violenta y agresiva.
Desde la familia fomentamos esa competitividad, sobre todo cuando empezamos a comparar a nuestro hijos.
Seguro que alguna vez has oido o has dicho frases como: ¿Por qué no eres como tu hermana? ¡Mira tu primo como se espabila! ¿Pero a quién has salido? Frases que te hacen sentir mal porque te ves inferior a los demás.
Seguro que conoces a alguien cuyo mayor interés es poseer más dinero, más poder, más influencia…más que los demás no por satisfacción propia sino para no sentirse menos que los demás, como en la escuela cuando era pequeño.
Compararte constantemente puede hacerte mucho daño.
Yo cuando caigo en esa dinámica lo que hago es compararme conmigo misma. Comparo la Ruth de hace unos años y la de hoy. Así me centro en mí. No me sirve de nada compararme con las demás personas.
La sociedad te presionará. Hará que te cuestiones muchas cosas. Te hará tambalear. Pero debes tener claro que decides tú. Ejerce tu derecho a elegir. A seguir tu propio camino.
La libertad de elección, como Covey señala, es la cualidad que nos distingue de los demás miembros del reino animal.
En esencia, es lo que nos hace humanos y nos permite ser arquitectos de nuestro propio destino.
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