Hace algún tiempo cuando llegaba a casa lo primero que hacía era sentarme en el sofá con la idea de descansar un poco del extenuante día de trabajo que había tenido. Realmente me sentía muy cansada y me pasaba al menos un par de horas ¡o más! sentada mirando la televisión sin prestar demasiada atención.
Me preguntaba a mi misma por qué sentía tal cansancio. Analizando bien las tareas que llevaba a cabo tampoco parecía ser para tanto. Fue entonces que me di cuenta de que establecí el hábito de desparramarme en el sofá después de trabajar.
Lo peor de todo es que aún después de descansar me sentía sin ganas de hacer nada. Ya me ves a mí desganada, con muy mal humor y con una tarde (casi noche) por delante llena de tareas pendientes por hacer.
Tenía que cambiar. No podía desperdiciar así mi tiempo libre. Decidí entonces que nada más llegar a casa no me sentaría en el sofá ni encendería la televisión. Decidí que me pondría enseguida a hacer aquellas tareas pendientes que tenía por hacer. Cambié los pensamientos de ¡qué cansada estoy! por el de ¡qué bien me siento!
Los primeros días la verdad no creía que funcionaría. Me decía a mi misma «Venga ya Ruth si estás cansada, descansa. No estás haciendo nada malo». Pero perseveré, más que nada porque quería aprovechar mi tiempo en actividades que me aportasen sensación de bienestar y de logro.
Al cabo de unas semanas me acostumbré a llegar a casa y no vegetar en el sofá. Al final del día había hecho muchas cosas y estaba más satisfecha conmigo misma, me sentía feliz.
Algunos autores dicen que para que un hábito se automatice hay que hacerlo durante 21 días consecutivamente. De ahí en adelante se supone que el nuevo hábito ya forma parte de nuestra rutina. Yo la verdad, no conté los días de lucha contra el sofá. Solo perseveré.
La automatización de los hábitos ha sido investigado por los neurocientíficos y el resultado arroja que hace falta más de 21 días para establecer hábitos que requieren mayor fuerza de voluntad. Es decir, hay hábitos más fáciles de adquirir y otros cuestan más. Por ejemplo, en 21 días podemos automatizar el hábito de comer al menos 2 piezas de fruta al día. Pero hábitos como realizar al menos 20 minutos de ejercicio físico, por ejemplo, puede llevarnos más tiempo, unos 60 días.
Tanto si son 21 o 60 días los que necesitas para introducir buenos nuevos hábitos en tu vida vale la pena realizar el esfuerzo. A medida de que vayas entrenando tu fuerza de voluntad ésta se irá fortaleciendo con la práctica y te sentirás mucho más capaz de realizar otras actividades que antes te parecían difíciles.
Para asegurar que lograrás tu propósito es mejor que empieces con retos que puedas asumir.
Las estrategias que puedes utilizar para empezar son:
1. Elegir un reto que no sea muy dificil de cumplir. En mi caso fue no sentarme en el sofá hasta que haya hecho todo lo que tenía planificado hacer ese día.
2. Visualizar como llevarás a cabo tu reto. Hazlo de la manera más detallada posible. Yo me imaginaba llena de energía y realizando cada tarea de muy buen humor.
3. Elegir alguna cosa que te recuerde tu propósito. En mi caso elegí el sofá, cada vez que lo veía sabía que tenía que hacer cualquier cosa menos sentarme en él. Tú puedes elegir una foto, una música, etc. que te recuerde que tienes una meta a alcanzar.
4. Automatizar el hábito. Nuestro cerebro cuando automatiza las acciones lo hace guardando patrones en nuestra memoria. Cuando acometes una misma acción o similar, automáticamente recuperas esos patrones aprendidos. Así pues puedes establecer un ritual para facilitar la automatización. En mi caso yo después de mirar el sofá, guardaba el bolso, me ponía zapatillas y comenzaba primero por las tareas que requería movimiento. Cuanto más me movía más activa estaba. Luego me dedicaba a tareas más intelectuales.
Y ¡voila! los mágicos días de cambio funcionan con una mezcla de deseo de cambiar, voluntad y esfuerzo por conseguir tu objetivo y perseverancia.
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