No le digas nada, ya sabes como se pone cuando les dices algo, le dijo una niña a su madre cuando esta quería conversar con su marido sobre el reparto de las tareas del hogar.
La nena con su petición quería a toda costa evitar un conflicto. Aunque sabía que era una simple conversación e intercambio de opiniones sobre los quehaceres domésticos tenía miedo de que su padre acabe enfadándose como otras veces.
El padre era de aquellas personas que parecían enojados permanentemente con la vida.
Alguien que vociferaba y decía lo que pensaba sin tener en cuenta el impacto de sus palabras en la otra persona.
Si alguien se sentía ofendido o herido él decía que simplemente era directo y sincero, no un hipócrita.
Sin embargo, callar para evitar posibles conflictos no soluciona el problema.
Callar y resignarse puede ser origen de un estado de indefensión al percibir que el problema no tiene solución.
Aceptar lo que hay (que frase más deprimente ¿verdad?).
Si pensamos “No vale la pena, “No hay nada que hacer”, “Para qué seguir insistiendo» nos posicionamos en el papel de víctimas de las circunstancias. Si la situación se alarga en el tiempo puede desembocar en un estado de depresión.
Ambos estilos de comunicación, tanto el que calla (estilo pasivo) como el que lo suelta todo con el pretexto de ser sincero (estilo agresivo) dificultan el establecimiento de una comunicación constructiva donde las personas se sientan escuchadas y sientan que tienen la libertad de expresar su opinión sin temer a que alguien se sienta ofendido.
La comunicación asertiva nos permite expresarnos con total libertad sin herir a las demás personas.
Las creencias detrás de este estilo de comunicación, según Conangla, son:
1. Todos tenemos derecho a intentar conseguir aquello que consideremos mejor, siempre y cuando no lo hagamos dañando conscientemente a otras personas.
¡Tooooodas!
Así que siéntete libre de decir con amabilidad lo que crees conveniente para mejorar tus relaciones, el estilo de comunicación en casa, el reparto de tareas domésticas, lo que tú desees.
Si aguantas, aguantas y aguantas, un día explotarás y tus seres queridos estarán sorprendidos por ese estallido repentino. Comunica lo que piensas antes de llegar a ese extremo.
2. Todos tenemos derecho a ser respetadas y el deber de respetar a los demás.
Ser respetada no solamente es que te saluden, se despidan de casa cuando tus hijos salen, hagan sus tareas domésticas cuando les corresponde sino que además es que respeten lo que tú quieres hacer o decir.
No te sacrifiques por los demás. Di lo que piensas. Respétate a ti misma. Respeta a los demás diciendo lo que piensas con amabilidad.
3. Todos tenemos derecho a pedir ayuda- no a exigirla- y de negarnos si así lo consideramos oportuno.
Esto es básico. En casa por ejemplo las peleas a veces se dan porque piensan que con pedir algo a alguien la otra persona debe decir que sí. Y no siempre tiene que ser así.
Mis hijas saben que pueden decir que NO si ellas consideran que deben decirlo. Con total libertad. Sin remordimientos. Y saben que la otra persona debe aceptar ese NO sin ofenderse.
En la escuela lo veo mucho. Niños que me vienen quejándose de que fulanito no quiere prestar eso o aquello. Al primero le digo que si el juguete es del otro niño tenemos que preguntarle si está dispuesto a prestarlo y si no quiere, buscaremos otro.
Normalmente, cuando al niño le pregunto si puede prestar el juguete y que depende de él si quiere o no, suele prestarlo con una sonrisa. Si no quiere, no insisto.
4. Todos tenemos derecho a sentir emociones – miedo, tristeza, angustia, ira…- y a expresarlas sin herir los sentimientos de los demás.
En algún momento de mi vida entendí mal la gestión emocional. La entendí como la anulación de los sentimientos y emociones.
Pensaba que ya no tenía que sentir, miedo, ni ira, ni rabia.
De hecho la ira es una emoción que a mí personalmente me da valor para afrontar retos mayores.
Recuerdo una ocasión en especial, cuando alguien me dijo que me conformara con lo que tenia (ya te contaré en otra ocasión exactamente cuál era mi situación) me indigné tanto que use esa fuerza para mejorar como persona y como profesional.
La gestión emocional es pues sentir esas emociones como todos los seres humanos. La diferencia está en que la expresión de esas emociones no dañen los sentimientos de otras personas y te ayuden a ti a mejorar.
¡Usa las emociones negativas para salir adelante!
5. Todos tenemos derecho a tener nuestra propia opinión sobre cualquier tema o circunstancia, así como de expresarla de forma no agresiva.
Enseña a tus hijos a explicar lo que les preocupa o enfada de manera constructiva. Tienen derecho a decir lo que piensan. Si en casa la única que habla eres tú, entonces no existe la comunicación real.
En mi casa en cuanto a comunicación existen 2 reglas básicas: está prohibido los insultos y levantar la voz. Respetando eso todos tenemos derecho a decir lo que pensamos.
Decir lo que piensas midiendo el impacto de tus palabras en los demás no es fácil. Se necesita práctica, práctica, práctica 🙂
6. Todos tenemos derecho a equivocarnos en nuestras actitudes, opiniones y conductas y el deber de ser responsable de sus consecuencias.
Responsables no culpables.
Si alguien cometió alguna vez un error no debe ser marcado como oveja negra para siempre.
Una persona puede cambiar. De hecho la vida misma es un proceso de maduración.
Cuando recuerdo mi yo de hace unos años veo claramente cómo he cambiado 🙂 .
Pero cuidado, esa evolución ha sido consciente. Ha sido porque yo he sentido la necesidad de hacerlo. Porque he tenido el valor de hacerlo.
Si yo he podido hacerlo, tú también puedes. No importa lo que haya pasado. No importa la edad que tengas.
Si has cometido un error, aprende de él y céntrate en el ahora.
Quédate con la lección y olvida el resto.
Recuerda respetarte a ti misma forma parte de la asertividad. No solo importan los demás. Tú también eres importante.
¿Qué es lo que te gustaría decir y no te atreves?
¡Cuéntanoslo en los comentarios!
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