«Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es inútil» Albert Einstein.
Hola de nuevo!
En un anterior post te hablé de la Magia de la Inteligencia Emocional y su impacto positivo en la vida de una persona y por ende en el circulo familiar.
Comparto contigo unos datos que me parecen reveladores. Sobre todo porque es un ejemplo donde se puede apreciar cómo las personas consideradas Inteligentes, es decir, con un Coeficiente Intelectual por encima de la media, pueden fracasar a pesar de ser inteligentes. Y al contrario, cómo personas que no eran consideradas inteligentes en la escuela han podido tener una vida más exitosa y feliz a pesar de sus bajas calificaciones.
Si tienes hijos, te sorprenderá saber que NO todos los alumnos con buenas notas y según los test de Inteligencia con un coeficiente intelectual alto SERÁN grandes profesionales y tendrán una vida exitosa y una familia maravillosa. Tener buenas notas solo tiene correlación positiva entre un 10 a 20%!
Es como si al acabar los estudios los buenos estudiantes se llevan consigo 20 puntos bajo el brazo para enfrentarse a todas las situaciones que la vida les depara. Y los otros 80!!
Los neurocientíficos nos han ido aportando datos esenciales para comprender por qué somos como somos y por qué actuamos de una determinada manera ante ciertas situaciones.
Uno de esos grandes descubrimientos tiene que ver con la llamada Inteligencia Emocional, sacada a la palestra por Howard Gadner y Daniel Goleman quienes aseguran que ser un estudiante con un expediente académico excelente solo le aportará un 20% de probabilidades de tener éxito en la vida a nivel profesional. Este 20% ni siquiera se relaciona con el éxito y la felicidad a nivel personal.
No me malinterpretes. No quiero decir que ser un buen estudiante no sirve para nada, claro que sí. ¡Pero no lo es todo! Hay un 80% de factores que están relacionados con la Inteligencia Emocional. ¡Un 80 %!
Para ilustrar lo anteriormente expuesto, Daniel Goleman en su libro Inteligencia Emocional, explica el caso de un joven académicamente brillante que en un arrebato de frustración y venganza apuñaló a su profesor por no ponerle la nota que aseguraba a este joven la entrada a la universidad soñada.
Cuando te enteras de este tipo de sucesos piensas qué pudo haberle pasado a esa persona para reaccionar de esa manera. ¿Cómo puede actuar así un chico » inteligente»? Los estudios neurocientíficos al respecto explican que se trata de una falta de control de los impulsos emocionales conocido como secuestro emocional.
Cuando una emoción es tan fuerte que nos invade por completo, nos impide pensar con claridad.
Para entender mejor cómo sucede este secuestro emocional, debemos distinguir claramente las 3 áreas y sus respectivas funciones de nuestro cerebro:
– Cerebro reptiliano o primario: encargado de las funciones básicas que mantienen nuestro cuerpo con vida sin que nosotros tengamos que pensar tengo que respirar, tengo que alimentarme…
– Cerebro emocional: lugar donde se guardan y se generan todas las emociones y lugar desde donde se mandan señales de alarma (secuestro emocional) cuando se cree que se está en peligro y actuar en consecuencia.
– Cerebro pensante: lugar desde donde analizamos las cosas que nos pasan y tomamos decisiones basadas en datos teniendo en cuenta los pros y contras. No obstante, estas decisiones difícilmente se toman con una calculada frialdad sino que están influenciadas por nuestra emociones.
En los niños el proceso de conexiones neuronales entre el cerebro emocional y cerebro pensante se van haciendo a medida de que va creciendo el niño. Él simplemente cuando experimenta una emoción no sabe qué está sintiendo, cómo le afecta aquello que está sintiendo, y lo más importante, qué respuesta elegir ante aquella emoción. Por ejemplo, ante situaciones de frustración los niños suelen hacer su pataleta si es que no han aprendido a dar otro tipo de respuesta cuando experimentan esa emoción.
La colaboración entre el cerebro emocional y el cerebro pensante es esencial para responder adecuadamente a las diferentes situaciones cotidianas. Identificar la emoción es el primer paso.
Como madre o padre es importante que generes espacios para el aprendizaje de las habilidades emocionales y velar para que el desarrollo de la Inteligencia Emocional de tu hijo no quede al azar. Si bien algunas escuelas, institutos y familias ya trabajan en este sentido, aún no existe una consciencia en dichos entornos de lo importante que es entrenar a nuestros hijos en adquirir estas habilidades, o mejor dicho competencias emocionales.
Nos preocupamos más o unicamente de que nuestros hijos saquen buenas notas y creo que damos por hecho de que a medida de que vayan creciendo adquirirán las otras competencias emocionales. Las mismas que serán imprescindibles para que sean unas personas capaces de afrontar situaciones de estrés, que sean perseverantes y pase lo que pase sigan sus sueños y vivan una vida plena y feliz. ¿No sueñas esto para tus hijos?
Tus hijos no serán buenas personas de milagro. ¡Tú intervienes en ello! Tanto si te preocupas por su aprendizaje emocional como si no haces nada. Ambas posturas influirán el la vida de tus hijos.
En los próximos posts te explicaré cuáles son esas competencias emocionales a desarrollar para ayudar a tu hijo a ser más feliz.
¡Hasta la próxima!
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