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Inteligencia Emocional en Casa

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Aprende qué es la empatía y cómo esta habilidad emocional te ayuda a entender mejor a tus hijos

escrito por Ruth Zarco 2 Comments

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Hoy te hablo sobre la empatía, qué es  y cómo entrenar esta habilidad emocional para entender mejor a tus hijos y para que ellos se sientan más comprendidos y seguros en casa.

Qué es la empatía

La palabra empatía proviene del griego empatheia, que significa “sentir dentro”, y se refiere a que si tenemos empatía podemos percibir lo que siente la otra persona.

La empatía es la habilidad de ponerse en la piel de las otras personas. En tu caso de ponerte en la piel de tu hijo.

Ser incapaz de expresar nuestros propios sentimientos hace que sea complicado que podamos empatizar con las demás personas. Incluso con nuestros hijos.

Algunas personas tienen más  facilidad para empatizar que otras porque son capaces de expresar y entender sus propios sentimientos y emociones.

Las personas que no saben identificar, comprender y expresar sus emociones viven una  vida llena de quejas y problemas de salud. Tampoco saben  empatizar, cosa que afecta directamente en la calidad de sus relaciones personales.

Una madre que no empatiza con su hijo será incapaz de comprender y entender lo que siente su hijo.

Si sabes qué emoción sientes y la aceptas sin sentirte culpable y eres capaz de explicar cómo te sientes estás desarrollando tu empatía. Estás conociendo al detalle tu ser interior y ese autoconocimiento te permite empatizar con los demás.

«Diversas observaciones in situ han permitido identificar  que la empatía se desarrolla desde edades muy tempranas, como en niños de nueve meses de edad que rompen a llorar cuando ven a otro niño caerse, o niños un poco mayores que ofrecen su peluche a otro niño que está llorando y llegan incluso a arroparlo con su manta» dice Daniel Goleman en su libro Inteligencia Emocional.

La habilidad de empatizar nos ayuda a tener una relación de pareja más satisfactoria y un estilo de educación más comprensivo, cariñoso y respetuoso con nuestros hijos.

«A su vez, la ausencia de empatía suele ser un rasgo distintivo de las personas que cometen los delitos más execrables: psicópatas, violadores y pederastas. La incapacidad de estos sujetos para percibir el sufrimiento de los demás les infunde el valor necesario para perpetrar sus delitos, que muchas veces justifican con mentiras inventadas por ellos mismos, como cuando un padre abusador asume que está dándole afecto a sus hijos o un violador sostiene que su víctima lo ha incitado al sexo por la forma en que iba vestida» dice Daniel Goleman.

Los estudios realizados por el National Institute of Mental Health han puesto de relieve que  la capacidad de empatizar de un niño está relacionada con  el tipo de educación que recibió de sus padres.

Unos padres que fomentan la identificación, comprensión y expresión de las emociones de sus hijos están educando personas con una mayor consciencia de sí mismos y con empatía.

Daniel Stern en su libro El mundo interpersonal del infante, constata que si en la relación de padres e hijos  las emociones son captadas, aceptadas y correspondidas con empatía ellos se sienten comprendidos y seguros.

Por el contrario, si no tenemos empatía con ellos, ni reconocemos ni aceptamos sus emociones, ni cubrimos sus necesidades afectivas (consolarles cuando lloran, abrazarles, darles cariño, aliento…) estos niños pronto dejarán de expresar sus emociones e incluso pueden dejar de sentirlas.

Si reprimimos sus emociones, si no les damos espacio y tiempo para que puedan expresarlas,  estas pueden desaparecer del repertorio emocional de nuestros hijos.

Afortunadamente, haber vivido en una familia represora de emociones no determina la salud mental y emocional de esta persona.

Una persona volverá a recuperar esas emociones reprimidas, a medida que acepte que es natural y saludable sentir y expresar lo que sentimos de manera adaptativa, de manera que nos ayude a salir adelante.

Esta «sanación emocional» se puede realizar a lo largo de la vida con amigos, pareja, familiares y hasta un terapeuta, si hace falta.

Cómo saber si eres empática con tus hijos

Visto lo importante que es la empatía para establecer relaciones sanas con las demás personas, la pregunta es ¿cómo sé si soy lo suficientemente empática con mis hijos? Y si no lo soy ¿cómo puedo desarrollar está habilidad emocional?

Si eres una mamá que suele negar las emociones de tu hijo eres poco empática. ¡Así de simple!

Yo no fui empática un montón de veces y si no estoy muy consciente de lo que digo a veces continuo siendo poco empática con mis hijas.

Pero ¿qué es negar las emociones?

Sigue leyendo y te lo explico.

Imagínate que estás de camino al parque con tu hijo y te dice:

» ¡No me gusta ese parque! ¡Lo odio!»

Tú que te estás esforzando para dedicarle el tiempo que se merece tu hijo, le contestas un poco mosqueada:

«Que sí, cariño, que sí. Claro que  te gusta. Cuántas veces hemos venido y no te has quejado y ahora resulta que no te gusta. Pues es lo que hay, así que a jugar «.

¡Eso es negar las emociones! ¡Eso es ser poco empática!

A mí me pilló por sorpresa mi falta de empatía hace unos días.

Mi hija de 17 años se estaba preparando para un examen de acceso a la universidad. Pese a que le recomendé que estudiará con tiempo, se dedicó a estudiar solo unos días antes del examen.

Ese día estaba estudiando en el salón. Llevaba todo el día y se notaba el cansancio. » ¿Cómo lo llevas?» le dije.

«Bien pero no entiendo esta parte» me dijo.

«Déjame verlo. Ya veo. Tienes que tener en cuenta esto» le dije.

«Creo que me irá mal, tengo ese presentimiento» me dijo muy apenada y triste ya a punto de llorar.

«Te dije que comenzarás a estudiar antes» le dije con voz amable porque me di cuenta que no servía de nada echarle en cara su falta de previsión. No en ese momento. «¿Qué es lo que no entiendes? Yo te ayudaré. ¿Dime que es lo que te cuesta?».

Ella comenzó a llorar y repetirse en voz baja que tenía el presentimiento de que suspendería. «Voy a suspender. No voy a entrar a la universidad. ¿Qué voy a hacer si no entro?».

«Pero a ver ¿¡qué podemos hacer ahora!? Solo queda tranquilizarte y hacer lo mejor que puedas. Yo no puedo hacer nada. No sé cómo ayudarte» le dije con impotencia y con una sensación de no saber qué hacer ni qué más decir para reconfortarla. «Cálmate. No llores. No sé la verdad qué más puedo hacer. No sé».

«No tienes que hacer nada mamá. En estos momentos solo pido un abrazo. Solo pido eso. No que soluciones algo que yo he buscado» me dijo entre lágrimas, decepcionada y triste.

Su petición fue como un cubo de agua fría. No es la primera vez que me pasa que hablo mucho y no uso el recurso de los abrazos para reconfortarla. Sigo trabajando en ello.

¿Ves en qué momento negué sus emociones?

  • Cuando les dije que era responsabilidad suya y que estaba pasando eso por falta de previsión suya.
  • Cuando le dije que se calmara, que se tranquilizara, sin acercarme a ella, sin abrazarla.

¡Cuánto aprendo cada día junto a ellas!

Por qué es un problema no aceptar las emociones y sentimientos de tu hijo

Negar lo que sienten nuestros hijos les confunde y les encoleriza.

Al negar sus sentimientos les estamos diciendo que lo que siente ¡no es real! Que está equivocado.

Al final, acabará sintiéndose muy mal por sentir lo que siente y optará por anular sus emociones, por dejar de sentir.

A tu hijo lo que le ayuda es que exprese lo que siente sin sentirse juzgado.

Dos cosas que puedes hacer para  ser más empática con tus hijos

La primera tarea que te recomiendo es un ejercicio extraído del libro de Cómo hablar para que los niños  escuchen y cómo escuchar para los niños hablen de Adele Faber.

1.Observa si tu manera de hablar con tus hijos es poco empática

Escúchate a ti misma y comprueba si sueles negar los sentimientos de tus hijos

Apunta qué sueles responder cuando: 

1.Tu hijo está jugando y de repente te dice:

«Estoy aburrido. No sé que hacer. ¡Mami, estoy aburrido!»

2.  Tu hija está en la mesa sentada a punto de cenar y te dice entre sollozos:

«Me duele el estómago».

3. Tu hijo adolescente apenas se mueve y sabes que se le hará tarde para ir al instituto. Cuando estás a punto de decirle algo él te dice:

«No quiero ir al instituto. Me siento mal».

¿Has apuntado tus respuestas?

¿Qué contestaste?

Observa que para negar sentimientos no hace falta enfadarse, también se puede negar lo que sienten si ignoramos lo que dicen y hacemos cómo si no pasará nada.

Si eres poco empática tus respuestas se  parecerán a estas:

1. Tu hijo está jugando y de repente te dice:

«Estoy aburrido. No sé que hacer. ¡Mami, estoy aburrido!»

Tú le contestas:

«Cómo que estás aburrido, si acabas de jugar. En todo caso estarás cansado de jugar».

2.  Tu hija está en la mesa sentada a punto de cenar y te dice:

«Me duele el estómago».

Tú contestas:

«¡Mentirosa! Eres un mentirosa. Siempre te inventas algo para no comer».

3. Tu hijo adolescente apenas se mueve y sabes que se le hará tarde para ir al instituto. Cuando estás a punto de decirle algo te mira y te dice:

«No quiero ir al instituto. Me siento mal».

«Cómo que no quieres ir. Yo tampoco quiero ir a trabajar y voy. Coge tus cosas y sal de aquí».

Como ves  las respuestas no demuestran nada de empatía.

Dan por sentado que el niño o adolescente se está inventando lo que siente.

Y lo más probable es que el niño que esté aburrido comience a llorar, que la niña que tiene el dolor de estómago se niegue a comer y que el adolescente acabe yendo al instituto pero a costa de enfadarse con su mamá.

2. Ponte en su lugar: piensa cómo se siente tu hijo

Tus respuestas cambiarán en cuanto pienses cómo se siente tu hijo.

Una respuesta empática sería, más o menos, similar a esta:

  1. Está jugando y de repente te dice :«Estoy aburrido. No sé que hacer. ¡Mami, estoy aburrido!»

«Oh, veo que estás aburrido. Explícamelo, cariño».

2.  Está en la mesa sentada a punto de cenar y te dice: «Me duele el estómago».

«Vamos a ver si te duele el estómago o es otra cosa ¿te parece? Déjame ver…».

3. Tu hijo apenas se mueve y presientes que se le hará tarde para ir al instituto. Cuando estás a punto de decirle algo te mira y te dice «No quiero ir al instituto. Me siento mal».

«De manera que no quieres ir. Ven, siéntate aquí y explícamelo».

Si les demostramos empatía reduciremos el número y la intensidad de los conflictos en casa. Y fortaleceremos las relaciones y vínculos familiares.

Ejercicios para aceptar los sentimientos de tu hijo

 Te describiré una serie de situaciones familiares.

1. Responde tal como le hablas a tu hijo.

  • No me gusta esa ropa ¡No voy a ponérmela!

¿Qué le dirías?

  • No me  gusta esa niña ¡No voy a jugar con ella!

¿Qué le dirías?

  • Por qué no se acaba esta maldita fiesta ¡Estoy aburrida!

¿Qué le dirías?

  • ¡No quiero estar aquí! Prefiero irme con mi abuela.

¿Qué le dirías?

  • Voy a dejar el instituto. Nada me motiva ahí. Los profes son unos aburridos.

¿Qué le dirías?

No pases sin contestar.

Vuelve a leer y contesta.

Si ya tienes las respuestas, sigue leyendo.

2. Ahora imagina qué puede estar pasando a estos niños para decir lo que dicen y cómo están, ¿qué emoción están experimentando?

  • No me gusta esa ropa ¡No voy a ponérmela!

Yo me pensaría que esa niña tiene unos gustos diferentes a los míos. Si a mí me obligan a vestir como quieren, sentiría que no se me tiene en cuenta y me sentiría enfadada. 

  • No me  gusta esa niña ¡No voy a jugar con ella!

Posiblemente no le gusta jugar con la otra niña porque alguna vez la pegó o hay algo en ella que no le gusta. Se siente enfadada por no poder elegir con quién jugar.

  • Por qué no se acaba esta maldita fiesta ¡Estoy aburrida!

Quizás esté cansada. O si es una fiesta donde no hay más niños para jugar se siente fuera de lugar. 

  • ¡No quiero estar aquí! Prefiero irme con mi abuela.

Puede que diga eso porque hay algo en casa o en mí que no le gusta. No es que no quiera estar conmigo sino que en ese momento quiere estar en otro sitio. Se siente temeroso, inseguro, enfadado.

  • Voy a dejar el instituto. Nada me motiva ahí. Los profes son unos aburridos. 

Puede que hay algo que va mal en el instituto. Puede ser algo que tiene que ver con los compañeros o quizás un profesor. Se siente temeroso, decepcionado, incómodo, inseguro. 

3. Corrige tus respuesta iniciales por otras más empáticas.

Mis respuestas aceptando los sentimientos de los niños serían parecidas a estas:

1. No me gusta esa ropa ¡No voy a ponérmela!

» ¿Qué te gusta? Vamos a mirar qué tenemos por aquí…»

2. No me  gusta esa niña ¡No voy a jugar con ella!

«¿Qué prefieres hacer, cariño? ¿Quieres explicarme por qué no te gusta?»

3. Por qué no se acaba esta maldita fiesta ¡Estoy aburrida!

«¿Estás cansada o estás aburrida porque no hay niños con quienes jugar? A ver ¿qué te parece si pensamos en algo para que estés entretenida, te parece?»

4. ¡No quiero estar aquí! Prefiero irme con mi abuela.

«¿Qué es lo que te molesta, cariño? ¿Es algo que ha pasado ahora? Explícamelo para poder ayudarte»

5. Voy a dejar el instituto. Nada me motiva ahí. Los profes son unos aburridos.

«Oh, te veo enfadado. Explícamelo».

Tener más empatía es cuestión de práctica.

Cada ocasión en la que tu hijo muestra una emoción, ayúdale a expresarla, a comprenderla, a aceptarla y a gestionarla adecuadamente.

Ambos ganan.

Tú porque te convertirás en una persona más empática, lo cual repercute directamente en la calidad de tus relaciones personales y tu hijo porque le estarás ayudando a conocerse mejor y a desarrollar su empatía.

Pues hasta aquí el post de hoy. Espero que te haya aportado algo nuevo, interesante y educativo.

Si te ha gustado este post, deja tu comentario sobre si has descubierto que niegas los sentimientos de tus hijos sin saberlo.

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Si prefieres escuchar en tu Iphone tienes el enlace de los podcasts de Inteligencia Emocional aquí.

 

Ruth Zarco

Soy madre de dos preciosas adolescentes. Al igual que tú quiero educar desde el amor y el respeto. Mi sueño es que mis hijas puedan ser la mejor versión de sí mismas. Que desarrollen al máximo su potencial. Que sean personas emocionalmente inteligentes y felices.
Acompáñame si deseas potenciar las capacidades de los tuyos.

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Comentarios de esta entrada

  1. morelys parra dice

    20 mayo, 2017 at 19:48

    Soy madre de un solo hijo de casi 14 años, soy médico y mi esposo está enfermo desde hace 4 años, trabajo todo el día y el estudia, teníamos una buena relación pero últimamente no. Siento que no estoy siendo empatica con el. Estamos peleando cosa que antes no y eso me tiene mal.

    Responder
    • Ruth Sarko dice

      20 mayo, 2017 at 22:44

      ¡Hola Morelis!
      Gracias por tomarte tiempo para comentar.
      Espero que la salud de tu marido mejore y la relación con tu hijo también. Ten en cuenta que tu hijo es ya un adolescente y eso supone altibajos de estados de ánimo.
      Comentas que antes eras más empatica con tu hijo, te ánimo a que recuperes esa habilidad.
      El amor y la comprensión nunca fallan.
      ¡Un abrazo enorme!
      PD. Te dejo este enlace donde encontrarás más consejos sobre cómo educar adolescentes
      https://inteligenciaemocionalencasa.com/educacion-emocional-para-adolescentes/
      Y este otro donde encontrarás más consejos para la educación emocional para mamás https://inteligenciaemocionalencasa.com/blog/educacion-emocional-para-mamas/

      Espero seguir viéndote por aquí 🙂

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