El otro día en el hipermercado vi una niña, de unos 2 años, con una enorme sonrisa sujetando un recipiente tamaño taza con unos rotuladores de colores dentro.
Me recordó a mis hijas. A su edad ellas también morían por pintarrajear, rayonear y dejar su firma en cualquier parte, incluso en los muebles de mi dormitorio.
Mi hija menor, cuando tenía 2 años, no se resistió a la tentación y pintó mi cómoda con un rotulador permanente. Hizo una carita feliz aprovechando dos agujeritos que dejó un jalador que no aguantó los tirones.
¡Qué inocencia la suya! ¡Y qué descuido el mío! ¿Por qué dejé un rotulador permanente por ahí? No lo recuerdo 🙂
Son cosas que hacen los niños. Para ellos no hay límites, no saben qué es correcto, ni qué es incorrecto. Todo es posible. Dependerá pues de lo que aprenda (de ti) para empezar a categorizar lo que se puede o no hacer. Lo que es correcto y lo que no.
Esa niña me recordó a mis hijas, al igual que ellas, la imaginé decorando su casa, a su estilo.
Detrás de la niña caminaba su madre, con aire distraído. ¡Prepárate!, le iba a decir ¡No sabes lo bien que te lo vas a pasar!, pero me contuve. No la conocía de nada.
De repente, todo dio un giro dramático.
Oí un sonido sordo y seco. Vi a la niña caer, esparciendo los rotuladores por todo el pasillo del hipermercado.
Su cara, que antes reflejaba alegría, ahora era de susto. Se la veía desconcertada. Como si la hubieran bajado de una nube. No sabía si llorar. Si levantarse.O quedarse tendida en el suelo sin más.
Pero lo que pasó después fue lo que más me dolió .
Su madre, echando fuego por la boca como si fuera un dragón, la zarandeó de sus pequeños bracitos, increpándole a la cara que qué hacía, como si su hija hubiese tirado a posta los rotuladores para enfurecerla.
La nena estaba atónita, inmóvil, mientras la madre recogía los rotuladores como si de una gran catástrofe se tratara.
Pasado el susto la niña emprendió su camino, triste y desolada por no haber podido aguantar un pote de lápices con sus tiernas manitos.
A veces sin darnos cuenta explotamos con los seres a los que tenemos que proteger y enseñar con paciencia y cariño.
A mí me ha pasado, algunas veces (más de las que me gustaría), reaccionar de mala manera y sentirme muy mal por ello.
Sin duda, la paciencia es una de las cualidades que todas las madres necesitamos para mantener la calma y el equilibrio ante situaciones inesperadas y estresantes.
¿Has reaccionado alguna vez de mala manera?
¿Qué has hecho para que no volver a reaccionar así?
¿Cuáles son las situaciones que te sacan de quicio?
¿Qué haces para desarrollar tu paciencia?
¿Evitas situaciones que desemboquen en un conflicto con tus hijos? ¿Cómo lo haces? ¿Es adecuado callarse y evitar los conflictos?
¡Te leo aquí en los comentarios!
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