Hace algún tiempo cuando llegaba a casa lo primero que hacía era sentarme en el sofá con la idea de descansar un poco del extenuante día de trabajo que había tenido. Realmente me sentía muy cansada y me pasaba al menos un par de horas ¡o más! sentada mirando la televisión sin prestar demasiada atención.
Me preguntaba a mi misma por qué sentía tal cansancio. Analizando bien las tareas que llevaba a cabo tampoco parecía ser para tanto. Fue entonces que me di cuenta de que establecí el hábito de desparramarme en el sofá después de trabajar.
Lo peor de todo es que aún después de descansar me sentía sin ganas de hacer nada. Ya me ves a mí desganada, con muy mal humor y con una tarde (casi noche) por delante llena de tareas pendientes por hacer.